Perder un
hijo es lo más duro y difícil que le puede pasar a una persona. Superarlo
resulta muy complicado y será necesario el apoyo de toda la familia y sobre
todo de la pareja para seguir adelante y volver a sonreír. Sin embargo, es una
situación tan extrema que puede acabar con la propia relación de pareja si no
se supera adecuadamente. En ocasiones, tener otro hijo ayudará a superarlo, aunque
hay que saber cuándo es el momento adecuado para ello.
Cualquier
muerte nos afecta en mayor o menor medida. Cuando es de una persona cercana o
de un familiar aumenta considerablemente ese impacto. En el caso de un hijo, el
golpe es una de las emociones negativas
más fuertes que se pueden experimentar. Esa experiencia será distinta para cada
uno de los padres, que vivirá la situación con iguales reacciones pero con
formas particulares de mostrarlas o reprimirlas.
Además, no se trata de un proceso con un inicio y un fin determinado sino que
más bien se trata de algo continuo que permanecerá durante mucho tiempo, a
veces toda la vida, pero que se puede hacer más sencillo de llevar si se trata
adecuadamente.
Después
de morir un hijo, se sufren diversas etapas y un abanico de sentimientos encontrados
se alterna. Los sentimientos más frecuentes son la ira, la sensación de
culpabilidad, la enorme tristeza y la presencia de pensamientos irracionales que pueden hacer pensar que se están
volviendo locos. La culpabilidad, por ejemplo, se manifiesta como una falta de
haber podido hacer algo que hubiese impedido el hecho doloroso; la ira o enojo suele dirigirse hacia
quien se piensa es el causante de la muerte, incluso hacia uno mismo o a Dios.
Pueden aparecer sentimientos de soledad, de aislamiento personal y social que
impidan una comunicación adecuada de ese sentir.
Shock o parálisis. Es la reacción o conmoción
momentánea cuando se recibe la noticia de la muerte. Se manifiesta a través de
diferentes sentimientos: apatía,
embotamiento, hiperactividad. Esta reacción nos defiende del impacto
sufrido.
Alivio o relajación. Sigue al funeral y es de corta duración. Dura tanto tiempo como permanezcan los familiares y amigos con los padres. Se caracteriza por expresiones de aceptación de la muerte, estado de ánimo alternante, entre tranquilo y llanto.
Resentimiento. Cuando los padres se quedan solos, llega el momento de la soledad, la inseguridad, la falta de autoestima, el sentimiento de culpa. Se tiene miedo al futuro y hay una pérdida total de interés hacia el mundo exterior. Hay que comprender lo que está pasando, es bueno que la persona llore y se desahogue.
Recuerdo. Durará más o menos según la persona. Se recuerdan constantemente los hechos acaecidos antes de la muerte. Deseo de recapturar las emociones y experiencias felices con el fallecido.
Reparación. Es un esfuerzo deliberado por reiniciar la vida sin el hijo perdido. Aparecen ideas positivas y racionales. Se cultivan nuevas aficiones, intereses y amigos.
Durante los primeros meses, el aspecto físico también se ve afectado, disminuyendo el tiempo de sueño, aumentando el cansancio, manifestándose pequeñas pérdidas de memoria y falta de concentración. Esta forma de sentir es absolutamente natural dentro del proceso de duelo, pero en el caso de permanecer con gran intensidad e interferir de forma significativa en la vida diaria debería ser consultada con un profesional que pueda ayudar a elaborar la situación y mostrarles la mejor forma de poder afrontar esa pérdida.
Alivio o relajación. Sigue al funeral y es de corta duración. Dura tanto tiempo como permanezcan los familiares y amigos con los padres. Se caracteriza por expresiones de aceptación de la muerte, estado de ánimo alternante, entre tranquilo y llanto.
Resentimiento. Cuando los padres se quedan solos, llega el momento de la soledad, la inseguridad, la falta de autoestima, el sentimiento de culpa. Se tiene miedo al futuro y hay una pérdida total de interés hacia el mundo exterior. Hay que comprender lo que está pasando, es bueno que la persona llore y se desahogue.
Recuerdo. Durará más o menos según la persona. Se recuerdan constantemente los hechos acaecidos antes de la muerte. Deseo de recapturar las emociones y experiencias felices con el fallecido.
Reparación. Es un esfuerzo deliberado por reiniciar la vida sin el hijo perdido. Aparecen ideas positivas y racionales. Se cultivan nuevas aficiones, intereses y amigos.
Durante los primeros meses, el aspecto físico también se ve afectado, disminuyendo el tiempo de sueño, aumentando el cansancio, manifestándose pequeñas pérdidas de memoria y falta de concentración. Esta forma de sentir es absolutamente natural dentro del proceso de duelo, pero en el caso de permanecer con gran intensidad e interferir de forma significativa en la vida diaria debería ser consultada con un profesional que pueda ayudar a elaborar la situación y mostrarles la mejor forma de poder afrontar esa pérdida.
La
primera idea a tener en cuenta es que, aunque resulte extremadamente doloroso,
hay que permitir que los padres enfrenten el luto sin evasivas, permitiendo que
las emociones y sentimientos se
expresen sin reprimirlos. Si se
sienten ganas de llorar que lo hagan sin pensar en qué lugar o momento están.
Si en ese momento había decisiones importantes pendientes de tomar, sería buena idea dejarlas para más adelante, en la medida de lo posible hasta que se sientan con la suficiente capacidad para tomarlas adecuadamente.
Intentar que nadie los presione o fuerce a tomar decisiones sobre las pertenencias de sus hijos, la habitación, ropa, juguetes, etc. Los familiares prestarán un mejor servicio dando apoyo emocional y respaldo que intentando ocupar el lugar de los padres, aunque sea con la mejor intención, ya que la elaboración de todo el proceso de duelo debe ser experimentada por ellos mismos.
La pareja debe intentar mantener una buena comunicación, tanto entre ellos, por ejemplo hablando acerca de su hijo, de lo que sienten cada uno por separado, como también a la hora de hablar con los demás, tanto médicos, como familiares o amigos.
No son
muchos los padres que acuden a un buen psicólogo
para solicitar ayuda. La mayoría no se da cuenta de la posibilidad de ayuda
que se les puede prestar y de que se les puede enseñar tanto a manejar las emociones negativas que les atormentan
y no les permite entender, fuera de su aislamiento
emocional, social y personal, lo que ha ocurrido.
A veces, el dolor, la tristeza y la sensación de culpa son tan intensos y permanecen tanto tiempo en su vida que la misma cambia por completo, convirtiéndose lo que debía ser un duelo normal en algo patológico que necesita de la ayuda de un profesional.
A veces, el dolor, la tristeza y la sensación de culpa son tan intensos y permanecen tanto tiempo en su vida que la misma cambia por completo, convirtiéndose lo que debía ser un duelo normal en algo patológico que necesita de la ayuda de un profesional.
2 comentarios:
MUY BIEN REDACTADO.TRISTE
Gracias!! Galle, realmente sin palabras!!!!
Besos amiga!!!
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