domingo, 30 de enero de 2011

Autoestima


Conocer qué es la autoestima, sus componentes e implicaciones para nuestro bienestar personal, se hace necesario para saber por dónde empezar a mejorarla.

¿Que es la Autoestima?
La autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y la podemos mejorar. Es a partir de los 5-6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros mayores, padres, maestros, compañeros, amigos, etcétera y las experiencias que vamos adquiriendo. Según como se encuentre nuestra autoestima, ésta es responsable de muchos fracasos y éxitos, ya que una autoestima adecuada, vinculada a un concepto positivo de mí mismo, potenciara la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y aumentará el nivel de seguridad personal, mientras que una autoestima baja enfocará a la persona hacia la derrota y el fracaso.

Baja Autoestima
Todos tenemos en el interior sentimientos no resueltos, aunque no siempre seamos conscientes de estos. Los sentimientos ocultos de dolor suelen convertirse en enojo, y con el tiempo volvemos el enojo contra nosotros mismos, dando así lugar a la depresión. Estos sentimientos pueden asumir muchas formas: odiarnos a nosotros mismos, ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, culpas, reacciones exageradas, hipersensibilidad, encontrar el lado negativo en situaciones positivas o sentirse impotentes y autodestructivos.

Cuando una persona no logra ser autentica se le originan los mayores sufrimientos, tales como, enfermedades psicológicas, la depresión, las neurosis y ciertos rasgos que pueden no llegar a ser patológicos pero crean una serie de insatisfacciones y situaciones de dolor, como por ejemplo, timidez, vergüenza, temores, trastornos psicosomáticos.

La autoestima es importante porque es nuestra manera de percibirnos y valorarnos como así también moldea nuestras vidas. Una persona que no tiene confianza en sí misma, ni en sus propias posibilidades, puede que sea por experiencias que así se lo han hecho sentir o por mensajes de confirmación o desconfirmación que son trasmitidos por personas importantes en la vida de ésta, que la alientan o la denigran.

Otra de las causas por las cuales las personas llegan a desvalorizarse, es por la comparación con los demás, destacando de éstos las virtudes en las que son superiores, por ejemplo: sienten que no llegan a los rendimientos que otros alcanzan; creen que su existencia no tiene una finalidad, un sentido y se sienten incapaces de otorgárselo; sus seres significativos los descalifican y la existencia se reduce a la de un ser casi sin ser. No llegan a comprender que todas las personas son diferentes, únicas e irrepetibles, por lo que se consideran menos que los demás.

La persona, va creciendo y formando su personalidad dentro del ambiente familiar, que es el principal factor que influye en la formación de la misma, ya que le incorpora a ésta los valores, reglas y costumbres que a veces suelen ser contraproducentes. Algunos de los aspectos ya mencionados son incorporados, a la familia, por medio del modelo que la sociedad nos presenta, y éste es asimilado por todos los grupos sociales. Pero, la personalidad de cada uno, no sólo se forma a través de la familia, sino también, con lo que ésta cree que los demás piensan de ella y con lo que piensa de sí misma, al salir de este ambiente y relacionarse con personas de otro grupo diferente.

La Familia
La autoestima, además es aprender a querernos y respetarnos, es algo que se construye o reconstruye por dentro. Esto depende, también, del ambiente familiar en el que estemos y los estímulos que este nos brinda. En la violencia familiar las víctimas y los victimarios poseen muy baja autoestima, ya que por un lado, la víctima es alguien al que maltratan sin que ésta pueda poner límites y no se da cuenta de que está siendo abusada. Por otro lado, los victimarios compensan lo inferior que se sienten, maltratando y abusando, en este caso, de un familiar.
Muchas de las heridas emocionales que tiene una persona, producidas en su niñez pueden causarnos trastornos psicológicos emocionales y físicos, cáncer, úlceras, hipertensión, trastornos cardíacos y alimentarios, problemas en la piel, depresiones, etc.

Produciendo dificultades en la vida de las mismas, conflictos serios en el trabajo, disminución de la energía y de la capacidad creativa, relaciones matrimoniales desastrosas, no poder hacer o conservar amigos, poco entendimiento con las hijas e hijos.
Existen padres, madres, docentes o cuidadores que humillan, desprecian, no prestan atención, se burlan o se ríen del niño/a cuando pide ayuda, siente dolor, tiene un pequeño accidente, necesita que lo defiendan, expresan miedo, piden compañía, se aferra buscando protección, tiene vergüenza, etc.. Estas actitudes se completan con otras totalmente opuesta, demostrándole al niño que es querido y bonito creándole una gran confusión. Pero estas muestras de cariño son aparentes, adjudicándole un rotulo a su identidad, que trae como consecuencia un peso negativo en formación y en el desarrollo de sus capacidades.

En el momento en que la persona afectada es adulta, transmitirá la humillación o el maltrato a personas más pequeñas o vulnerables. Es una cadena hereditaria de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son la fuente de los problemas que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.

Toda persona tiene en su interior sentimientos, que según su personalidad puede manifestarlos de diferentes maneras. Muchas veces estas manifestaciones dependen de otros factores, según el lugar físico, sentimental y emocional, éstos pueden influir positiva o negativamente en la formación de la persona o sea en la Autoestima.

Algo importante de destacar es que la Autoestima es una enfermedad que se puede curar, pero solo es posible cuando la víctima, es decir el enfermo de una Autoestima Baja, toma consciencia y asiste a psicólogos para pedirle su ayuda como así también necesita la ayuda de sus más allegados.

"El éxito mas grande es la aceptación de uno mismo." (Ben Sweet).

jueves, 27 de enero de 2011

Resentimiento


El resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa. La persona que lo sufre no logra olvidar esa ofensa, de manera que lo vuelve a sentir una y otra vez. Este sentimiento va acompañado de rencor y hostilidad hacia quienes causaron el daño. La ofensa puede producirse de diversas formas: como un hecho que alguien realiza contra uno, un descrédito personal, un desprestigio profesional, una agresión o una calumnia, o bien en forma de omisión, que es una ofensa más sutil pero también muy dañina, como no recibir la invitación que esperaba, la falta de reconocimiento por un trabajo bien hecho o cuando alguien no recibe muestras de amistad por un determinado grupo de personas o un amigo.

Sentimientos de la persona resentida:
Cuando el resentido no desea olvidar, está continuamente recordando aquello que dio origen a ese sentimiento, queda esclavizado a su pasado y no logrará liberarse de esa gran carga que es el resentimiento. La persona resentida se siente dolida y ofendida por el trato injusto que ha recibido de determinadas personas o por los acontecimientos desfavorables que han surgido hacia ella en un momento determinado. En tal caso, podemos hablar de un resentimiento comprensivo, es decir, tiene sentido que esta persona se sienta molesta con las personas o circunstancias que le causaron esa ofensa y que reviva ese malestar ante ese recuerdo. Los sentimientos de envidia y celos son frecuentes en algunas personas resentidas que consideran que la vida es injusta con ellas. No llegan a entender cómo otros consiguen con cierta facilidad, aquello por lo que ellas a pesar de haber luchado tanto, no logran conseguir. El resentido desea vengarse de aquel que lo ha ofendido o le ha causado algún daño justa o injustamente. Considera que esa persona tarde o temprano tendrá que pagar por el daño causado y desea realizar una acción semejante a la recibida. En este caso, el resentimiento va naciendo y puede obsesionar de tal forma que acompañe durante muchos años o incluso a lo largo de toda una vida. Cuando ese sentimiento se ha instalado en alguien firmemente, le amarga la vida y hace que se la amargue a los demás. Se convierte en una persona rencorosa y desagradable, incapaz de ver lo bueno de las cosas y con una gran fijación hacia las personas contra quienes guarda resentimiento.

Unas de las formas para superarlo:
Lo primero que tenemos que hacer para liberarnos de este sentimiento es entender la naturaleza de la ofensa: de quién procede, qué consecuencias puede tener en nosotros, por qué lo hizo y si había intención de ofender. Así podremos analizar con objetividad lo ocurrido. Muchas veces exageramos lo sucedido o imaginamos actitudes y hechos que no corresponden con lo que en un principio pudimos pensar. Debemos aprender a superar el sufrimiento y las ofensas mirando hacia el futuro. No podemos quedarnos atrapados en el pasado, recordando continuamente a aquellos que tanto sufrimiento nos causaron o aquellas circunstancias o hechos que nos produjeron tanto dolor. Hay que pasar página y mirar de forma positiva hacia el futuro. El perdón nos libera de la pesada carga en la que se puede convertir el resentimiento. Aceptar lo que pasó, aunque no estemos de acuerdo con lo que sucedió, y dejar de lado los pensamientos negativos que nos causaron dolor es la mejor solución para superarlo. Este sentimiento se puede superar por la voluntad y la inteligencia de la persona que lo sufre. Para ello, es necesario un carácter firme y un dominio de las emociones, de tal forma que no permitamos que arraigue en nuestro interior. Debemos realizar un esfuerzo para conducir este sentimiento hacia pensamientos más positivos. También hay que buscar razones para evitarlo, tales como que la persona resentida es una persona amargada y obsesionada, que puede estar padeciendo por un acontecimiento u ofensa que el otro ya ni recuerda; que el resentimiento es un veneno que destruye por dentro y que rara vez sacia la sed de venganza o que al final se convierten en personas encerradas en sí mismas, cuyo única meta es la venganza. Para superarlo, es muy importante admitir que existe en nosotros y, una vez reconocido, debemos tener el firme propósito de liberarnos de él.
"No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores." Mahatma Gandhi

domingo, 23 de enero de 2011

Crisis existencial


La crisis existencial es un fuerte desarreglo de la vida, lo que estaba en su lugar (o en un lugar conocido) deja de estarlo. El rompecabezas que hasta ese momento mantenía la sensación de coherencia como ser humano se desparrama, y se observa, a veces con horror, todas esas piezas fuera de lugar, sin atinar a qué hacer ni por donde empezar.Aunque la vivencia de crisis es difícil de esquematizar, se la puede reconocer desde algunos aspectos:

Desconexión: La persona se desconecta básicamente de la vida, de sí misma, de los demás y del mundo. Es un movimiento centrípeto, hacia adentro, implosivo. Se recoge en sí y se aísla.

Pérdida del sentido de vida: sin razón para qué vivir, para qué despertar, trabajar, comunicarse, planear, etc. En esos momentos la persona ansía desaparecer, permanecer dormida, y hasta morir. Es incapaz de sufrir su experiencia con sentido, para responder a lo que le está sucediendo. No cuenta consigo misma para vivir la situación, no siente compasión por sí misma, contrariamente hay un profundo enojo hacia sí mismo, y frecuentemente deseos de castigarse. Esta situación nos deja desamparados ya que nadie puede sacarnos de la crisis más que ella misma, pero en ese momento no hay motivación para ello.

Culpa: Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco; dice certeramente que la persona neurótica tiene dos problemas: se siente mal, y se siente mal de sentirse mal. Frecuentemente entra en sentimientos de culpa por no poder darles a los demás lo que quisiera.

Crisis significa ruptura, cambio, mutación del desarrollo de un proceso, que puede ser físico, psíquico, espiritual o histórico; marca el fin de lo viejo y el principio de algo nuevo.
Las crisis personales son dolorosas pero es la posibilidad que nos brinda la vida para crecer.

El dolor es parte de la vida pero se prefiere evitarlo y pocos son los que pueden ver lo bueno de lo malo, vislumbrar la posibilidad del cambio y del crecimiento y descubrir nuevos aspectos de si mismos.

El dolor exige aceptación para poder superarlo, tiempo para asimilarlo y poder integrarlo y la capacidad para aprender de ello.
La experiencia del dolor en una crisis es intransferible y absolutamente personal, una vivencia íntima imposible de compartir con otro; sin embargo el apoyo de otros puede acelerar el proceso de aceptación y la posibilidad de cambio.

El dolor fortalece y permite distinguir los verdaderos valores; porque a veces se transita por la vida como si se estuviera anestesiado, sin poder disfrutar de nada de lo que se ha logrado y sólo una crisis y el dolor que conlleva permite tomar conciencia del valor que tienen las personas que están alrededor.

Las crisis son los momentos de caos que tiene el orden cotidiano, que son necesarios para mejorar y darse cuenta que estar cómodo girando siempre en círculo no es lo mejor, que lo mejor es avanzar, aprender a despedirse de lo viejo y enfrentar lo nuevo.

jueves, 20 de enero de 2011

Quitarnos las mascaras


En las vacaciones descansamos del estrés, del tráfico y del trabajo, pero los quiero invitar a descansar y quitarnos para siempre las mascaras.

A veces nos ponemos mascaras para sentirnos aceptados. Tenemos varias de ellas: la del trabajo, la de papá responsable o mamá permisiva, la de persona culta, la de las fiestas, la de los funerales y muchas más. Todas son producto de nuestra cultura, de la etiqueta preestablecida y de nuestra propia red de defensa psicológica.

Disciplinamos nuestro cuerpo y cara para esconderse tras esas rígidas mascaras y así ocultamos al ser humano. Las mascaras nos dan seguridad y nos resistimos a quitárnoslas aun cuando sentimos que seria bueno hacerlo. Protegidos por ellas, podemos vivir en una permanente soledad emocional; llena de secretos, de temor a ser descubiertos, a ser rechazados, juzgados, condenados o a hacer el ridículo.

Lo que quizás no hemos descubierto es la sensación de libertad, de levedad y de autenticidad interior que podemos obtener si nos atrevemos a quitárnosla. Si lo hacemos, lograremos proyectar el atractivo que tiene una persona que se muestra tal como es, que abre su corazón y que expresa sus emociones sin temor a ser juzgada.

Cuando revelamos ante los otros nuestro verdadero yo, se reduce la tensión que proviene de querer parecer alguien que no somos. Surge, por ende, el carisma. Además, el hecho de abrirnos genera el lazo que mantiene unida una amistad verdadera.

A veces dejamos caer la mascara sin darnos cuenta: cuando estamos frente a los niños, a la gente que trabaja con nosotros o con alguien con quien tenemos una relación íntima. También cuando estamos cansados o deprimidos, o cuando algo nos apasiona, nos olvidamos de ella porque nos cuesta trabajo mantenerla puesta.

Observe las caras de las personas que están comprando en una shopping en un día de liquidación. Vea la cara de quien este embebido en un libro, de quien baila sintiendo la música, de un deportista en una competencia, de las personas que se juntan para ayudarse unas a otras y de los asistentes a una boda o a un funeral. Entonces veremos caras verdaderas.

¿Por que tenemos tanto miedo a mostrarnos? Abrir nuestro interior a la luz del día, por supuesto, es difícil. Si nos vamos a conocer, tenemos que estar dispuestos a compartir los miedos, enojos, que parecen disminuirme como persona. Y eso nos aterra.

Sin embargo, si nos aislamos, guardando nuestros secretos y nuestras emociones, sucede una extraña sensación interna que con el tiempo se convierte en una mochila muy pesada y eventualmente nos destruye.

Según el psicólogo John Powell, tenemos miedo a bajar la mascara por varias razones: miedo a la intimidad, miedo a la separación, miedo a la fusión, miedo al rechazo y miedo a la responsabilidad.

Nos da miedo la intimidad; Miedo a mostrar nuestro lado vulnerable, el lado oscuro. Por lo tanto, evitamos comunicarnos íntimamente.A otros les da miedo la separación. No quiero acercarme mucho a ti porque, quizá, después me dejes y eso me puede lastimar.Otros tememos la fusión. Si comparto todo con la otra persona pierdo mi intimidad, pierdo mi espacio, miedo a hacer invadido.

Miedo al rechazo; Que la otra persona nos conozca sin producción, a cara lavada, con defectos y virtudes, tal cual somos, nos angustia no ser del agrado de la otra persona.

Por último, existe el miedo a la responsabilidad. Si me acerco mucho, me involucro a fondo, y eso me obliga a estar cuando me necesites. No estoy dispuesto al compromiso.Con estos miedos, disfrazamos nuestro verdadero yo.
Disfrazamos uno de nuestros más fuertes y grandes atractivos: el encanto natural de uno mismo.

El secreto para evitar la soledad emocional y lograr la aceptación de los demás, paradójicamente, está en quitarnos las máscaras, de esta manera asumimos los riesgos y nos mostramos tal como somos, auténticos.

Cada vez que me pongo una máscara, lo hago para tapar mi realidad fingiendo ser lo que no soy.

Lo hago para atraer a la gente; luego descubro que sólo atraigo a otros enmascarados y alejo a los demás, debido a un estorbo: la máscara.

Cada vez que me pongo una máscara lo hago para evitar que la gente vea mis debilidades, luego descubro que como no ven mi humanidad; y al no ver lo que soy: sólo ven a la máscara.

Cada vez que me pongo una máscara lo hago para preservar mis amistades; luego descubro que cuando pierdo un amigo por no haber sido auténtico, es que realmente no era amigo mío, sino de la máscara.

Cada vez que me pongo una máscara lo hago para evitar ofender a alguien y ser diplomático; luego descubro que aquello que ofende a las personas con quien quiero intimar, es la máscara.

Cada vez que me pongo una máscara lo hago convencido que es lo mejor que puedo hacer para ser amado, luego descubro la gran paradoja… Lo que más deseo lograr con mi máscara, es precisamente lo que impido con ella.

(El autor de este texto es Gilbert Brenson)

miércoles, 19 de enero de 2011

Las Transformaciones del espíritu (Nietzsche)


El espíritu que está buscando Nietzsche; para el hombre es un espíritu libre, no subordinado a alguna forma para que el hombre llegue a ese estado de vida, tiene que pasar antes por un proceso que Nietzsche llama las tres transformaciones del espíritu, "de cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león, y finalmente el león en niño"

El camello. "Muchas cargas soporta el espíritu cuando está poseído de reverencia, es espíritu vigoroso y sufrido". De hecho, para Nietzsche, el hombre se ha vuelto como un animal de carga, lleva en sus espaldas una pesada carga de teorías y tradiciones religiosas porque tiene la esperanza de una supuesta vida eterna después de la muerte. Pero si nos ponemos a pensar sugeriría Nietzsche, nos daríamos cuenta que en el fondo nadie ha experimentado una vida así pensada, y por lo tanto; pensar de esa manera no estamos haciendo otra cosa que refugiarnos en una falsa idea, convertida quizás en monomanía. Esta idea debe ser erradicada de nuestra mente. En el fondo lo que queremos con esa idea de una supuesta vida eterna después de la muerte es encubrir nuestro patético miedo a morir. Debemos enfrentar la vida con todas sus contrariedades y contradicciones. Tenemos que asumir que la vida humana es bella, pero también trágica.

Asimismo, pensar que nuestra vida es sólo un peregrinaje a una vida verdadera, en el fondo lo que estamos haciendo es rehuir nuestra finitud, no queremos aceptarnos como seres exclusivamente limitados. Debemos reconocer que no somos dioses, sino de condición humana, y a veces tan humana que desearíamos dejar de serlo. Incluso el cristianismo diría Nietzsche, en nuestro caso el catolicismo, al igual que el platonismo, consideran que nuestra vida es un peregrinar de la vida finita a la "vida infinita", del tiempo a la eternidad; y por lo tanto resulta que la verdadera vida sólo se encuentra donde ellos la tienen pensada. Esa idea nos dice Nietzsche, no es real, porque ¿cómo podríamos afirmar con verdad y certeza un pensamiento de ese tipo si nadie está seguro si existe o no? El problema en esto dice Nietzsche es que el hombre está aún en condición de camello y lo único que hace es asumir un "yo debo". Cae, se levanta, y al igual que el camello lleva pesadas cargas, y "así marcha hacia su desierto"

Ese “yo debo” lo asume porque cree que de esa forma se ganará la vida eterna. En consecuencia, este hombre en condición de camello no hace otra cosa que aceptar los sufrimientos, acepta la vida como un valle de lágrimas por el hecho que según él no se encuentra en una verdadera vida. Cae y a veces se levanta con gran dificultad, pero tiene que hacerlo para ganar la eternidad, la verdadera vida feliz. Pero el hombre, no debe seguir viviendo y pensando de esa manera, debe convertirse de camello en león.

El león. Este caso Nietzsche dice, es la etapa del proceso de transformación antes mencionado, donde el espíritu "quiere conquistar su propia libertad, y ser señor de su propio desierto [...], quiere ser amigo de su señor y su Dios, a fin de luchar victorioso contra el dragón. De ahí que se puede decir que el león es aquel que sabe que el sentido de su vida depende de una elección, que la voluntad de poder es la realidad última de la vida. Tiene el valor de diseñar sus propios valores y vivir conforme a ellos; en consecuencia, la virtud por excelencia vendría a ser la autenticidad de los propios valores, el cambio de actitud frente a la vida.

Nietzsche dice; que en esta etapa de transformación del espíritu humano, el hombre experimenta su voluntad de poder, el "yo quiero". Por tanto, ningún valor debe ponerse por encima de mis propios valores, por encima de mi voluntad; pues el "yo quiero" implica asumir mi propia vida, decidir por voluntad propia y no que otros decidan por mí. Se trata por tanto de asumir un espíritu libre donde lo único que prima es la propia voluntad de poder.

Sin embargo dice Nietzsche, en esta etapa el espíritu humano, entendido como león, se enfrenta a un formidable adversario, el dragón. "Ese dragón no es otro que el "tú debes" [...] El "tú debes" le sale al paso como un animal escamoso y refulgente en oro, y en cada una de sus escamas brilla con letras doradas el "tú debes". Asimismo, esa lucha entre el "yo quiero" y el "tú debes" para Nietzsche es una lucha a muerte, donde uno de ellos tiene que salir victorioso y donde de ese triunfo depende, o bien la libertad del espíritu, o bien la esclavitud. Pero el resultado de esta batalla es el triunfo del león. Pero el león necesita convertirse en niño, es la última transformación del espíritu para conquistar su libertad absoluta y convertirse en superhombre.

Niño. El hecho de que el león haya triunfado no significa que permanecerá para siempre en ese estado de vida. Para que el proceso de transformación del espíritu humano llegue a su plenitud, el león se debe convertir en niño.

Si bien es cierto diría Nietzsche que el león ha triunfado y ha vencido al formidable dragón, en él anida un doloroso y lacerante recuerdo que le produce melancolía y hiere su espíritu, además recuerda su etapa de camello; entonces, ¿Cómo hacer para que esa experiencia vivida se vaya al olvido? Nietzsche diría que en este caso, la única forma que implique el olvido es la transformación del león a niño para evitar el efecto lacerante de la memoria. Pero "¿para qué habría que convertirse en niño el león? La respuesta sería para crear, "el espíritu lucha ahora por su voluntad propia, el que se retiró del mundo, conquista ahora su mundo"

Por lo tanto, asumir el papel de niño implica un volver a empezar, asumir un nuevo "yo quiero", pero ya sin el recuerdo. El sentido es tener un espíritu absolutamente libre y no esclavo, porque la verdadera voluntad es la voluntad propia y no la de otros. Debemos ser como los niños que en su inocencia tienen su propia voluntad de poder y ningún recuerdo los perturba. Sólo con ese espíritu somos verdaderamente libres, superhombres; Nietzsche.

El que no cree en si mismo miente siempre.
Friedrich Nietzsche

martes, 18 de enero de 2011

Afrontar los miedos


El miedo es una de las emociones más peligrosas que pueden llegar a sufrir las personas. Si sufrimos de miedo lo más recomendable es que busquemos ayuda psicológica para poder superarlo.

El miedo es una emoción heredada del reino animal. Es una emoción con la que todos nacemos, cuya función adaptativa es la de protegernos o proteger lo que amamos ante estímulos que percibimos como peligrosos, siendo en este sentido beneficioso tanto para la supervivencia del individuo como para la de la especie.

A medida que fuimos evolucionando, el miedo se transformó en una emoción compleja que guarda estrecha relación con la educación, los modelos, la cultura, etc., y que puede funcionar como obstáculo en el camino hacia nuestros objetivos.

Miedo, pero, ¿miedo a qué? Miedo a fracasar, a las pérdidas, a equivocarnos, a las alturas, a volar, a no ser queridos, a emprender algo nuevo, a obtener un resultado diferente al imaginado, a formar una pareja, al futuro, a la vida, al éxito, a la muerte, la lista podría ser interminable. Cada cual podrá escribir la propia, coloreándola y justificándola con su propio estilo con el peligro inherente de transformarnos en fugitivos de la vida.

Preguntémonos: ¿cuántas veces hemos sentido miedo y dejamos de hacer cosas que podían ser importantes o trascendentes? ¿Qué precio hemos pagado por ello? ¿Cómo nos sentimos al comprobar que nos quedamos parados en la inacción? Pero gracias a la naturaleza dual de la cosas, muy probablemente también recordemos otras situaciones, aquellas que enfrentamos a pesar de nuestros miedos. ¿Cómo nos sentimos frente a esas otras experiencias? ¿Qué experiencia nos dejaron? ¿Cuál fue el impacto que tuvieron en nuestro crecimiento y en nuestra transformación personal?

Sucede que a veces, sin darnos cuenta, nos convertimos en expertos creativos de visiones catastróficas. Muchas veces construimos escenarios peligrosos, donde el peligro no existe como tal, donde los peligros acechando sólo existen en nuestra imaginación, pero cobran vida con nuestras interpretaciones y así buscamos ampararnos o refugiarnos en nuestro territorio conocido, en nuestra zona de confort, perdiéndonos las posibilidades magníficas que podrían ocurrir al transitar más allá del miedo.

Si el miedo nos tomó de rehén y se apoderó de nosotros es porque previamente uno o varios pensamientos negativos se instalaron y dan vueltas una y otra vez por nuestro cerebro. La buena noticia es que somos dueños de nuestra mente y que entre todas las categorías de pensamiento podemos generar voluntariamente pensamientos funcionales que nos guíen hacia el movimiento y la acción.

Para no quedarnos inmovilizados y vivir la vida que merecemos vivir, la única alternativa válida es atravesar la puerta que nos permita salir a jugar el juego que deseemos jugar. Tomando conciencia del miedo, reconociéndolo, aceptándolo y abrazándolo como un portador de buenas noticias y observando las explicaciones que le estamos dando a esa emoción, podremos continuar con el paso siguiente: afrontar la realidad, canalizar ese miedo en acciones concretas que nos llevarán por el camino acertado, al lugar elegido, aún corriendo algunos riesgos.

El mejor desafío: atravesar los miedos para transformarlos en experiencias positivas de vida. En definitiva atrevernos a SER, así, con mayúsculas.

Recordemos que el miedo es una emoción saludable porque nos alerta de situaciones peligrosas. Lo importante es comenzar a reconocer si los miedos que sentimos son realmente justificados o son imaginarios. No dejemos que el miedo nos venza y empecemos a enfrentarlo para poder vivir la vida que merecemos.

lunes, 17 de enero de 2011

Delirios


En términos psicológicos, la palabra delirio se refiere a una creencia que es falsa, extravagante o derivada de un engaño o mentira. Los delirios no aparecen sólo en alguna enfermedad particular; ocurren en una gran cantidad de procesos patológicos. Sin embargo, poseen una mayor importancia en el diagnóstico de la psicosis y, particularmente, en la esquizofrenia, la manía y los episodios del trastorno bipolar.

Para que una creencia pueda considerarse un delirio debe cumplir 3 criterios básicos:
Ser una idea firmemente sostenida pero con fundamentos lógicos inadecuados.
Ser incorregible con la experiencia o con la demostración de su imposibilidad.
Ser inadecuada para el contexto cultural del sujeto que la sostiene.

Existen muchos tipos de delirios
Delirio de persecución:
la gente que sufre el delirio de persecución cree que constantemente se está conspirando contra ellos o que son perseguidos. Las manifestaciones comunes incluyen la creencia de que son seguidos, que su correspondencia está abierta, que se hacen registros en la habitación o en la oficina, que su teléfono está intervenido o que la policía, funcionarios del gobierno, vecinos o compañeros de trabajo lo están acosando.

Delirio de culpa o pecado: el paciente tiene la creencia de que ha cometido algún pecado terrible o que ha hecho algo imperdonable. En ocasiones, el paciente está preocupado con cosas malas que hizo cuando era pequeño, como masturbarse. El paciente se siente responsable por haber causado algún desastre, como un incendio o accidente, con el cual en realidad no tiene ninguna conexión. A veces el delirio tiene un matiz religioso, ya que implica que el pecado es imperdonable y que el paciente va a sufrir un castigo por la sociedad.

Delirio de grandeza: La persona con este trastorno, tiene la creencia de que tiene poderes o habilidades especiales. Puede pensar que en realidad es un personaje famoso, como un cantante, Gandhi, Dios. Puede tener la creencia de que está escribiendo un libro fundamental o componiendo una pieza musical, o desarrollando algún invento maravilloso. Tiene la sospecha de que alguien quiere robarle las ideas y puede irritarse si alguien pone en duda su capacidad.

Delirio religioso: el paciente está preocupado por creencias falsas de naturaleza religiosa. Estas creencias a veces se presentan en el contexto de un sistema religioso convencional, como creer en la segunda venida de Jesús, el Anticristo o en la posesión por el demonio. En otras ocasiones pueden implicar un sistema religioso completamente nuevo o una mezcla de creencias extraídas de una variedad de religiones, en especial de religiones orientales, como ideas sobre la reencarnación o el nirvana. El delirio religioso puede combinarse con delirio de grandeza, si el paciente se considera un líder religioso, delirio de culpa o delirio de control. El delirio religioso debe estar fuera de lo que se considera normal para el contexto social y religioso del paciente.

Delirio somático: el paciente tiene la creencia de que de alguna manera su cuerpo está enfermo, es anormal o ha cambiado. Por ejemplo, puede pensar que su estómago o su cerebro se están pudriendo, que sus manos o su pene están creciendo o que sus rasgos faciales están alterados. En ocasiones el delirio somático está acompañado de algún tipo de alucinaciones.

Ideas y delirios de referencia: el paciente tiene la creencia de que detalles, frases o acontecimientos aparentemente sin importancia, se refieren a él o tienen una significación especial para él. Por ejemplo, si el paciente entra en una habitación y ve gente que está riendo, sospecha que han estado hablando de él y que se ríen de él. En ocasiones piensa que cosas leídas en los diarios, escuchadas en la radio o vistas en la televisión están dirigidas a él como mensajes especiales. En el caso de ideas de referencia, el paciente manifiesta cierta suspicacia con respecto a las mismas, pero reconoce que está en un error. Cuando el paciente tiene la certeza de que lo que se dice o sucede se refiere a él, se habla de delirio de referencia.

El delirio primero se trata al identificar y tratar la causa subyacente. Después, los síntomas se tratan con medicamentos, control psicológico e intervención ambiental y de apoyo. El tratamiento de trastornos mentales o médicos suele mejorar considerablemente la función cognitiva. El tratamiento de los trastornos y condiciones causantes reducen el riesgo de delirio.

miércoles, 12 de enero de 2011

Recuperación de dependencias


Tratamiento y Recuperación:
Mientras que la recuperación es el proceso mediante el cual el adicto detiene su uso y produce cambios positivos en su estilo de vida, el tratamiento se define como una serie de actividades clínicas estructuradas que se utilizan con el fin de ayudar al adicto a reconocer y detener la adicción activa; así como promover y mantener la recuperación sostenida.
Es necesario clarificar la relación entre estos dos procesos que actúan de manera armónica y coordinada. La recuperación es para toda la vida y su objetivo es el de mejorar la calidad de vida del adicto en recuperación.

El tratamiento esta delimitado a un periodo de tiempo, aunque podría ser necesario varias sesiones de tratamiento a lo largo de la vida del adicto.
El objetivo del tratamiento es poder asistir al paciente a lograr su recuperación.La intervención familiar es un procedimiento dirigido a poder ayudar al adicto a tomar la decisión de entrar en recuperación. Esta intervención debe ser guiada por un profesional entrenado y se basa en el poder de la familia como grupo de presión positiva.

La intervención clínica también puede ser eficaz para comenzar el proceso de recuperación. Muchas veces el primer contacto con el tratamiento lo hace el adicto para tratar alguna complicación secundaria al uso. Por ejemplo una gastritis aguda en el alcoholismo, o una enfermedad venérea en el adicto al sexo. Si en ese momento se hace el adecuado diagnostico de adicción es mas probable que se haga una recomendación de tratamiento especifico para la adicción. Pero muchas veces no se hace el diagnostico por la falta de entrenamiento que existe en la profesiones de ayuda en esta área del tratamiento de las adicciones.

Es recomendable asesorarse con un profesional de la adicción que este entrenado en esta área y cumpla con los requisitos para poder ser de ayuda.
Aun así no es necesariamente indispensable la intervención profesional pues muchos adictos se recuperan sin necesidad de tener contacto con el sistema de salud.

No existen curas rápidas o mágicas; el simple hecho de proponerlas denota un desconocimiento craso del tema. Además esa actitud es precisamente el centro de la dinámica mental de la adicción: la búsqueda obsesiva del arreglo rápido, la sustancia mágica, la persona, lugar o cosa que nos arreglara la vida. El tratamiento de las adicciones debe ser integral, sistémico y estratégico abordando la mayor cantidad de niveles posible: personal, familiar, laboral, social, etc.; y se debe tener en cuenta a la persona de manera integral y completa. Los cambios psicosociales son el foco donde la mayor cantidad de energia de tratamiento se invertirá, pues es allá donde la posibilidad de cambio constructivo es mayor.

Las diferentes herramientas terapéuticas pueden y deben ser usados de manera integral y teniendo en cuenta las necesidades especiales de cada persona, pero nunca como substituto del tratamiento psicosocial. No existen tratamientos mejores que otros sino que cada persona tiene necesidades distintas y cada modalidad de tratamiento ofrece posibilidades distintas. Cada plan de tratamiento individual debería basarse en la severidad del proceso adictivo, las características individuales de la persona y la situación de funcionamiento psico-social en ese momento.

Los grupos de autoayuda son modalidades de tratamiento que han sido exitosos a lo largo del tiempo y son siempre recomendables especialmente en la etapa de mantenimiento. Los estudios demuestran que un plan balanceado compuesto de asistencia a grupos de autoayuda y seguimiento profesional, es la terapia más efectiva, en los pacientes que no necesitan estar internados.

Etapas de la Recuperación
El proceso de recuperación puede ser dividido en etapas, para su estudio y comprensión. Estas etapas están basadas en el "modelo evolutivo de la recuperación" de Gorski.
Cada una de estas etapas lleva consigo una necesidad básica del proceso de recuperación, y esto asociada a una serie de tareas que aseguran que la recuperación se mantenga en marcha.

Transición: En esta etapa la tarea básica es dejar ir la necesidad de control sobre el uso, ya sea de sustancias, en las adicciones químicas, o de conductas adictivas en las conductuales.
Estabilización: En esta fase toda la energia esta enfocada en recuperarse de los efectos dañinos, que el uso compulsivo ha tenido sobre la vida de la persona en recuperación.

Recuperación Temprana: En esta fase se producen los primeros cambios internos, de pensamiento, sentimientos y actitud con respecto al uso.
Recuperación Media: Aquí se producen los cambios externos. La reparación del estilo de vida dañado por la adicción y el desarrollo de un estilo de vida más sano y balanceado.

Recuperación Avanzada: Esta etapa esta definida por la superación de los asuntos emocionales y familiares pendientes, que provienen de la crianza, niñez y adolescencia.

Mantenimiento: Esta etapa se basa en la capacidad para mantener una vida balanceada y un crecimiento personal continuo.
Todas estas etapas se sobreponen unas a otras y no existe realmente una definición exacta que separe a unas de otras, pero funcionan para poder ubicarse en las tareas pertinentes al momento que se vive en la recuperación.

El Proceso de Recaída
La adicción
, como enfermedad crónica esto asociada con una tendencia natural a la recaída. Eso no significa que sea inevitable o apropiado tener recaídas, sino que son una realidad, y la mejor forma de prevenirlas, es aceptando el riesgo y conociendo mejor el proceso de la recaída, también llamado síndrome de la recaída.
Uno de los malentendidos mas frecuentes es que la recaída es simplemente la vuelta al uso.

Aunque esto es parcialmente cierto, en realidad se le llama recaída a todo el proceso A) que lleva desde un estado de abstinencia sostenida B), hasta el consumo o adicción activa C). Este proceso ocurre a lo largo del tiempo D) y se manifiesta como una serie de síntomas o cambios, que son en realidad regresiones a los antiguos patrones de conducta y pensamiento que ya se habían superado.Usualmente este proceso esta formado por pequeñas decisiones riesgosas E) que la persona toma, y que, enlazadas unas con otras, van llevando a construir el camino de la recaída. Estas pequeñas decisiones, llamadas también "decisiones de riesgo relativo F), son aparentemente sin importancia, pero su efecto es acumulativo y van llevando al adicto hacia una situación imposible de resistir G), donde será inevitable el uso, pues los márgenes de susceptibilidad se sobrepasan. Existe una línea imaginaria, o línea de no-retorno H) luego de la cual no es posible dar marcha atrás a la conducta de búsqueda y el uso es inminente. Aun así en la zona de transición entre la línea de no retorno y el uso, la recaída es primariamente conductual y de actitud, sin que hubiese ocurrido aun el uso.

Definición de la Recaída
La recaída
se define como el proceso de retroceso a los patrones de comportamiento y pensamiento típicos de la adicción activa, que ya se habían superado, y que finalmente llevan de vuelta al uso, retrocediendo hasta llegar de vuelta al estado de enfermedad adictiva que existía antes de comenzar la recuperación.
Para poder hablar de recaída una persona debe haber estado previamente en recuperación, o sea abstinente y con cambios de conducta, por un periodo significativo de tiempo. Por el simple hecho de no haber usado por un tiempo, el volver a usar, no necesariamente es una recaída. Podría tratarse de episodios de consumo alternos, dentro de un periodo de adicción activa.

La recuperación de una adicción a las drogas o el alcohol no termina con un programa de tratamiento de 6 semanas. Es un proceso para toda la vida. Para muchas personas encontrar un grupo de apoyo puede ayudarles a mantenerse limpias de drogas. Hay grupos de apoyo específicos para adolescentes y jóvenes. Encontrar personas que han pasado por las mismas experiencias, y tener la oportunidad de escuchar debates sobre la experiencia real con las drogas, es altamente positivo.

Muchas personas descubren que ayudar a otros es también la mejor manera de ayudarse a sí mismos. Comprender lo difícil que resulta el proceso de recuperación puede ser de gran ayuda para apoyar a otros tanto adolescentes como adultos que estén luchando para superar una adicción.
Tener una recaída
, reconocer el problema lo antes posible es esencial. Buscar ayuda enseguida para no echar a perder todo el esfuerzo que fue la recuperación inicial. Y, de tener una recaída, no dudar o tener miedo de pedir ayuda.

lunes, 10 de enero de 2011

Biofeedback




El Biofeedback es una técnica psicofisiologica que le permitirá comprobar la relación e influencia existente entre sus pensamientos, emociones y su cuerpo.

La Unidad Anti-Estrés pone a su disposición técnicas de Biofeedback que permiten evaluar la respuesta de su organismo ante situaciones de stress y/o ansiedad, para posteriormente, aprender a controlarla.

¿En qué consiste?
El Biofeedback permite estudiar el perfil psicofisiológico del paciente ante la ansiedad y la relajación, evaluando:
La reactividad fisiológica ante los pensamientos negativos y obsesiones del paciente. Se demuestra la conexión directa entre su sobre-activación cognitiva y sus síntomas físicos.
El impacto y los efectos que el entrenamiento en relajación y las técnicas de respiración tienen sobre las diferentes variables fisiológicas.

Canales de medida.
Temperatura.
Tensión muscular.
Pulso.
Tensión gastrointestinal.
Tensión arterial.

Cuando el Biofeedback se integra en psicoterapia, el psicólogo guía al paciente en la modificación de dichas respuestas neurovegetativas no reguladas, logrando costumbres más reguladas y adecuadas, es decir cambios a nivel conductual y emocional.

Algunos de los problemas tratados con Biofeedback o Neurobiofeedback son el abuso de substancias, ansiedad crónica, arritmias, ataques de pánico, migrañas, estrés y distrés, fobias, insomnio, y en niño déficit de atención con hiperactividad. Este tratamiento es aplicable a cualquier edad sin particulares contraindicaciones, evitando en muchos casos el uso de fármacos. Se realizan entre 10 y 20 sesiones de 15-30 minutos. Como término medio.

sábado, 8 de enero de 2011

La Soledad

Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad: es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una experiencia subjetiva ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta desagradable y puede llegar a generar angustia.

La soledad, salvo excepciones, es una experiencia indeseada similar a la depresión y la ansiedad. Es distinta del aislamiento social, y refleja una percepción del individuo respecto a su red de relaciones sociales, bien porque esta red es escasa o porque la relación es insatisfactoria o demasiado superficial. Se distingue dos tipos de soledad: la emocional, o ausencia de una relación intensa con otra persona que nos produzca satisfacción y seguridad, y la social, que supone la no pertenencia a un grupo que ayude al individuo a compartir intereses y preocupaciones. Parece, por otro lado, que la soledad está relacionada con la capacidad de las personas para manifestar sus sentimientos y opiniones.


Cuando nuestra habilidad para relacionarnos es deficiente, aumenta la probabilidad de que nos quedemos solos ya que las relaciones que mantenemos son menos entusiastas y empáticas. En general, las personas con problemas de neurosis se muestran convencidas de que no resultan amables ni dignas de ser apreciadas, y rechazan cualquier tipo de amigos potenciales con el objetivo de protegerse a sí mismos del posible rechazo. La soledad esta muy relacionada con la pérdida de relaciones con ese conjunto de personas significativas en la vida del individuo y con las que se interactúa de forma regular. La definición más común de soledad es la de carencia de compañía y que se tiende a vincularla con estados de tristeza, desamor y negatividad, obviando los beneficios que una soledad ocasional y deseada puede reportar.


La ausencia del ser amado:
Cuando (por separación en la pareja, fallecimiento de un ser querido u otra causa) desaparece de nuestra vida alguien a quien hemos amado o que ocupaba un espacio primordial en nuestra cotidianeidad, nos invade una particular sensación de soledad, un vacío, una nada enmudecida que nos sume en la tristeza y la desesperanza. Debemos sobrellevar la dolorosa percepción de orfandad, de ausencia de una persona insustituible. Nos vemos perdidos y sin referencias en las que antes nos apoyábamos para afrontar la vida.


Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a nosotros mismos. Y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y desarrollo personal, sino también para afianzar y revalidar nuestra autoestima, ya que ésta se genera cada día en la interrelación con las personas que nos rodean.

La soledad social
La de quien apenas habla más que con su familia, sus compañeros de trabajo y sus vecinos es una soledad muy común en este mundo nuestro. Nos sentimos incapaces de contactar con un mínimo de confianza con quienes nos rodean, tememos miedo que nos hagan o nos rechacen. Plantamos un muro a nuestro alrededor, nos encerramos en nuestra pequeña célula y vivimos el vacío que nosotros mismos creamos y que justificamos con planteamientos “como no me entienden”, “la gente sólo quiere hacerte daño”, “para lo único que les interesas es para sacarte algo”, “cada vez que confías en alguien, te llevas una puñalada”. Si la soledad es deseada nada hay que objetar, aunque la situación entraña peligro: el ser humano es social por naturaleza y una red de amigos con la que compartir gustos, preocupaciones y logros es un cimiento difícilmente sustituible para asentar una vida feliz. Es una meta difícil y las estructuras y hábitos sociales de nuestra civilización frenan este empeño de hacer y mantener amistades, pero merece el esfuerzo, dar lo mejor de nosotros para no morir en el intento.


Esa soledad no deseada puede convertirse en angustia, si bien algunos se acostumbran a vivir solos. Se revestirá esta actitud de una apariencia de fortaleza, autosuficiencia, agresividad o timidez. Y todo, para esconder la inseguridad y el miedo a que no se nos quiera o no se nos respete.

Hay también otras soledades indeseadas, como esas a las que se ven abocadas personas mayores, amas de casa, o quienes muestran una orientación sexual no convencional, o quienes sufren ciertas enfermedades, incapacidades físicas o psicológicas o imperfecciones estéticas.

Ganar a la soledad no deseada
Diagnóstico: qué tipo de soledad es la que estamos sufriendo y a qué circunstancias se debe.

Conocernos bien. Dejemos a un lado el miedo a mirar dentro de nosotros, y afrontemos la necesidad de saber cómo somos: nuestras ilusiones y ambiciones, limitaciones y miedos, quién quiero ser, cómo me ven, cómo me veo.


Fuera la timidez. Tomemos la iniciativa para conseguir nuevas relaciones. Establezcamos qué personas nos interesan, y elaboremos una estrategia para contactar con ellas.


No hay nada que perder. El miedo al rechazo es un freno para entablar nuevas amistades o amores. El objetivo es importante, no tengamos miedo al cambio.


Sin victimizarnos. El mundo resulta en ocasiones cruel, vulgar y materialista, de acuerdo. Pero seguro que hay otras personas que pueden estar deseando conocer a alguien como nosotros.


Encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. A la mayoría la soledad nos hace daño, y nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer.


No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos agradar a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.

jueves, 6 de enero de 2011

Pensar, decir y hacer

La definición de pensar más simple no es más que formarse ideas en la mente y, por lo mismo, difícil de aplicar, ya que entre más sencillo y con pocos términos se precisa un concepto, más complejo resulta entenderlo y aplicarlo.

En este paso del proceso evolutivo y educativo de cada ser humano, el pensar es una actividad rutinaria por naturaleza. Desde que se nace, se van desarrollando las partes del cerebro que genera esta educación.


A lo largo del tiempo, este conjunto del pensar, decir y hacer, se ha hecho merecedora de un sinfín de comentarios por expertos en diversas profesiones psicología, mercadotecnia, filosofía y muchas más, aunado a uno de los más importantes, los padres de familia, así como educadores y maestros.
En la vida del día a día, lo que no se sabe no se puede enseñar. En este contexto, todo lo que uno aprende ayuda a conformarse como ser humano completo y fuerte.
La actividad de pensar y el hecho en sí, es tan importante que debe ser enseñado a la par en todas las asignaturas posibles que uno curse en la vida así como en el proceso de educación familiar.
Lo antes descrito resume a tener al final del día un razonamiento correcto, ya que sin este, muchas habilidades de poco sirven, obteniendo fracasos y desencuentros.
Se piensa para recordar, comprender, analizar, sintetizar, establecer conexiones, tomar decisiones, solucionar problemas y muchas más. Para ello, una constante que no se valora y aplica con cuidado es el tiempo.
El tiempo no es más que la magnitud física con la que medimos la duración o separación de acontecimientos sujetos a cambio de un periodo en el que transcurre un evento. Ha sido frecuentemente concebido como un flujo sucesivo de situaciones atomizadas en la realidad.
En estos tiempos donde Internet ya forma parte de uno, el tiempo para pensar se acorta drásticamente. Por ello, el lapso para pensar adquiere un valor incalculable, ya que ante las diarias dudas de saber más y más en forma inmediata, tanto por propias dudas como educacionales y profesionales, donde las respuestas y resultados deben ser inmediatos, hace que el pensar no se valore correctamente, haciendo un ser humano menos perfecto y con un libre albedrío limitado y coartado.
La acción de pensar adquiere valor cuando se ejerce con tiempo adecuado para ello. En consecuencia, el decir pasa a ser una actividad atrevida y de gran trascendencia.
La actividad de pensar es como transitar por la Web, que no es más que navegar por nuestra mente, para acceder a aquellas direcciones que se necesita conocer, estableciendo conexiones precisas, empleando para tales fines diferentes trayectorias de circulación por medio de nuestras neuronas.
Además de pensar y decir lo que se piensa, lo que sigue no es más que hacer lo que se piensa. Por lo anterior, puede uno confundirse, pero más equivocado está el que no hace nada.
El constante pensar, decir y hacer, evoluciona al ser humano. Se va adquiriendo madurez suficiente para reconocer los errores y, para evitarlos, se tendrá que desarrollar nuestro pensamiento, en cualquiera de sus modalidades, ya sea el analítico, conceptual, sistémico, estratégico, holístico, crítico, divergente, reflexivo, sintético, proactivo, convergente, conciliador y algunos más.
En cada intervención de esta constante trilogía, la mente necesita de determinadas competencias cognitivas y emocionales, mismas que se deben utilizar en adecuada combinación para obtener un resultado satisfactorio, con un manejo adecuado del tiempo.

Los mejores deseos para este 2011. Gracias por acompañarme siempre.