Es una
sensación emocional y subjetiva que nace siempre en el cerebro.
Sin
conciencia no hay dolor. Durante la anestesia, desaparece la actividad
inductora del dolor en el cerebro, y por eso, no percibimos el bisturí del
cirujano.
El dolor,
tan importante para la vida, a veces, termina por convertirla en un infierno. Basta
con una pequeña fisura en una muela para que una persona sufra un martirio casi
insoportable y pida suplicando una solución inmediata al dentista.
Por otra
parte, estamos acostumbrados a ver golpes y traumatismos en medio de distintas
competiciones deportivas, donde la persona, a pesar de haberse fracturado la
mano en boxeo, sigue compitiendo y haciendo caso omiso a la intensidad de dolor
que supone tal lesión.
A la hora
de averiguar el origen del dolor, la ciencia se ha enfrentado a un gran
obstáculo. Al igual que la angustia, la felicidad o la tristeza son sensaciones
emocionales y subjetivas, con el dolor ocurre lo mismo.
¿Qué es entonces el dolor? Parece ser que se trata más de un
estado sensorial que de un fenómeno fisiológico. El estado de ánimo influye en
la intensidad de la percepción del dolor. Cuando un daño físico se acompaña de
angustia, el dolor es más intenso, mientras que si el daño se acompaña de buen
humor, los sentimientos que se originan en el cerebro provocan una mejor
comprensión de la situación y elaboran rápidamente formas de tratar y combatir
el daño.
La experiencia del dolor, además de combatirla
con medicamentos, puede hacerse de manera consciente y voluntaria. Esto se
puede conseguir, por decirlo de una manera sencilla, con la fuerza del
pensamiento. Un claro ejemplo para entenderlo es el del faquir, que acostado en
su superficie de clavos, muestra comodidad e indiferencia ante las punzantes
puntas que le sostienen. El faquir se inflige voluntariamente dolor, pero es
capaz de controlar su duración e intensidad. Es a través de esta sensación de control
como logra incrementar su tolerancia al dolor, consiguiendo así asombrar a
cualquiera de sus espectadores. Sin embargo, si alguien le clavase un clavo en
un momento de despiste, hasta el faquir más entrenado gritaría de dolor.
Cuando los medicamentos no
funcionan
Cuando
existe un estímulo doloroso en el cuerpo, éste llega al cerebro a través de las
vías ascendentes, y al mismo tiempo, es activado el sistema analgésico que
suprime el dolor, pero hay ocasiones en las que el dolor, al no ser tratado y
eliminado, se hace persistente en el cuerpo, quedando gravado en el sistema
nervioso, cronificándose y complicándose en gran medida su tratamiento.
Cuando
los medicamentos no actúan en los dolores crónicos, la psicoterapia es la mejor
opción para resolver el problema. La sensación de dolor y el estado anímico está
tan íntimamente relacionada que la actuación directa en tal variable llevará a
la disminución o eliminación de los síntomas dolorosos. Y es que todos los
sistemas corporales que inhiben o refuerzan el dolor están sometidos al control
del cerebro y de nuestra conciencia. Así, se debe aprender a regular la
vivencia dolorosa de forma consciente y usar a nuestro favor nuestra más
poderosa arma: el cerebro.
2 comentarios:
QUE MARAVILLA, LO QUE ES LA MENTE!
Increible!!! Besos amiga!!!!
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