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lunes, 29 de noviembre de 2010

Trauma Psíquico

Se puede decir que el trauma psíquico es toda experiencia que golpea emocionalmente a un ser humano, rompe su estabilidad emocional y lo llena de un sentimiento de vulnerabilidad e incapacidad de reacción y respuesta.

El trauma rompe el equilibrio previo. El aparato psíquico queda invadido, desolado, con sentimientos de muerte e incapacidad de defensa.
El trauma psíquico puede ser múltiple y depende de cómo lo vive cada persona. Para algunos, las separaciones son traumáticas; para otros, lo que pasa con su cuerpo puede serlo si hablamos de cirugías, accidentes, parto, etc.
Las situaciones que pueden desencadenar un trauma son, en la mayoría de los casos, inesperados e incontrolables y golpean de manera intensa la sensación de seguridad y auto-confianza del individuo provocando intensas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno.

Ejemplos:

Accidentes.

Desastres naturales como terremotos, inundaciones, fuertes tormentas

Pérdida Inesperada de familiares.

Asaltos, delitos, violaciones.

Abusos físicos y/o sexuales

Torturas, secuestros, actos terroristas.

El trauma psicológico se puede entender como un trastorno en el que la persona queda paralizada e inundada por un estado de ansiedad e intensidad psíquica activa debido a una experiencia traumatizante. La respuesta traumática puede aparecer inmediatamente después de ésta pero en algunos casos se demora incluso años.


Los síntomas pueden ser físicos, psíquicos y cognitivos entre los que encontramos : trastornos alimenticios o del sueño, apatía, dolores crónicos de origen desconocido, depresión, ansiedad, ataques de pánico, trastornos obsesivo-compulsivos, aturdimiento, sensación de perder el control, lapsos de memoria, desconsuelo, vivencia repetida de la experiencia traumática.

Luego de una experiencia traumática el ser humano no vuelve a ser el mismo. Puede crecer y madurar o enfermarse. Pero algo cambia. Uno de los aspectos más difíciles en estas situaciones son los estados de angustia que no son otra cosa que la terrible experiencia de sentir que todo es amenazante, que hay un peligro inminente y que la proximidad de la desolación y la muerte está sobre nosotros.

Esta angustia es una alarma que nos habla de lo vulnerables que somos y de lo expuestos que estamos al abandono, a la pérdida y a la muerte.


Cuando esta angustia desborda el aparato psíquico entonces deviene el ataque de pánico que es, para quien lo sufre, la inminencia de la destrucción. No solo de la física sino de la pérdida de todo lo amado, de todos los referentes, de todo el sentido.

Es un estado alterado de la conciencia donde lo único que existe es el un agujero negro del horror. Esto no se puede manejar con la razón; por el contrario, en el momento del ataque de pánico lo que se debe hacer para ayudar a la persona es:


Dejarlo que se mueva y desplace para que la angustia sea descargada parcialmente por el movimiento físico.


No confundirlo con frases como: qué te pasa, contrólate, etc. En lugar de ayudar a la persona la angustia más.


Tratar de emitir mensajes como: todo estará bien, esto va a pasar, no estás solo/a, estoy a tu lado.


Ayudarlo a que pueda concentrarse en su respiración, a que esta sea profunda. Es una manera de sacarlo del pensamiento amenazante.


Abrace a la persona, sosténgala, háblele con amor, con firmeza y con protección.

Pasada la crisis, es importante que ayudes a esta persona con tu presencia y así pueda recuperar su facultad de pensar esta es una de las funciones que se pierde en situaciones traumáticas. Uno se desconecta de la realidad.

Es importante ayudarla con el contacto y permitirle hablar de lo vivido. La persona volverá al tema una y mil veces, buscando descargar la carga de horror y muerte que vivió. El pensamiento tendrá que ir unido al sentimiento que lo acompañe y nunca se debe buscar separarlo.

Es vital vivir el duelo, poder llorar la pérdida, sea de un ser humano, de objetos materiales o de sus sueños.

Es importante repasar la escena dolorosa hasta que esta pierda fuerza en el mundo interno. Es el momento en que el ser humano se confronta a su vulnerabilidad y a lo expuesto que está ante los otros, siendo este otro una persona o un desastre.

Los seres humanos somos seres de vínculo. Nos construimos con el otro y desde el otro y esa capacidad de contacto es lo que nos permite la vida, la existencia, la reparación.


No se necesita ser psicólogo o terapeuta para ayudar en el proceso de recuperación de un ser humano que está destruido.

martes, 23 de febrero de 2010

Ataque de pánico


Un ataque de pánico dura varios minutos, y se considera una de las situaciones más penosas que una persona pueda experimentar. Es la aparición aislada y temporal de miedo o malestar de carácter intenso, que es acompañada de al menos 4 de un total de 13 síntomas.

Síntomas de un ataque pánico
Fisiológicos
Palpitaciones
Sudoración
Temblores o sacudidas
Sensación de ahogo
Sensación de atragantarse
Opresión o malestar torácico
Náuseas o molestias abdominales
Inestabilidad, mareo o desmayo
Parestesias (entumecimiento u hormigueo)
Escalofríos o sofocaciones.

Cognitivos
Despersonalización
Miedo a descontrolarse o volverse loco
Miedo a morir.

Todos los que sufren un ataque sufrirán otros más. Cuando una persona sufre continuos ataques o una fuerte ansiedad por miedo a tener otro ataque, padece trastorno de pánico. Este trastorno puede desencadenar otros problemas psicológicos. Por ejemplo, si una persona sufre un ataque de pánico mientras maneja un auto, hace compras en un shopping o se encuentra dentro de un ascensor; puede generar miedos irracionales llamados fobias y comenzar a tratar de evitar estas situaciones. En un tiempo, la necesidad de evitar estas situaciones y el grado de ansiedad por miedo a otro ataque, logran que la persona no quiera moverse de su casa. En este momento, la persona sufre trastorno de pánico con agorafobia.

El trastorno de pánico es una enfermedad crónica muy incapacitante y su grado de severidad es proporcional al descenso de la calidad de vida.
Generalmente las personas tardan años en saber su diagnóstico, debido a que es una enfermedad con síntomas que simulan una afección cardiaca o una enfermedad que amenaza la vida. Por regla general, la persona con pánico acude a salas de emergencia cuando sufre un ataque y se le hacen pruebas exhaustivas que denotan para sorpresa del paciente y sus familiares, una salud casi envidiable.

Como si fuera poco, algún doctor puede expresar: No es nada serio, son nervios, no hay de que preocuparse. La persona sigue padeciendo los síntomas, cada vez reduce más su vida, y lógicamente se deprime.
El trastorno de pánico afecta a una de cada treinta personas. Afecta a tres mujeres de cada hombre, su edad de inicio es entre los 25 y 30 años, aunque puede observarse en niños, como ansiedad de separación de los padres o manifestándose como fobia escolar; también se puede dar en personas mayores de 30 años.

Si el trastorno de pánico no es tratado, se cronifica, con períodos con cierta mejoría ocasional. El ataque de pánico no es peligroso para la salud y nunca puede desencadenar la muerte, pero su gravedad radica en la invalidez psicológica que produce en la persona que lo padece. Es una enfermedad altamente tratable, y las últimas investigaciones científicas concluyen que el tratamiento más eficaz es la combinación de terapia farmacológica y terapia cognitivo-conductual.

El trastorno de pánico es un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de crisis de síntomas neurovegetativos, palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, de atragantarse, etc. cognitivos miedo a volverse loco, temor a morir, etc. y conductuales evitación de situaciones ansiosas.

Si el trastorno de pánico es leve o moderado, y el grado de incapacidad de la persona no es tan marcado, es aconsejable sólo un tratamiento psicológico con terapia cognitivo-conductual. En los casos más graves, es indispensable comenzar con medicación.

El tratamiento farmacológico debe estar a cargo de un médico psiquiatra, preferentemente especialista en trastornos de ansiedad; y debe ser por un tiempo determinado. La dosificación de la medicación debe ir en descenso, en la medida en que el paciente mejore y este recibiendo tratamiento psicológico. Por este motivo, la importancia de la combinación de los tratamientos.