La violencia: no es una agresión casual, sino agresiones en el contexto de una relación de abuso. Por eso, sólo puede entenderse la violencia hacia la mujer en la Complicada trama de relaciones de dependencia de género, muy arraigados en nuestra sociedad.
Violencia conyugal: La mujer que sufre violencia conyugal es la que recibe por parte de su pareja, con quien mantiene relaciones íntimas estando o no legalmente casada, abuso físico, psíquico y/o sexual; a quien se le ha impedido realizar acciones que deseaba o se le han impuesto otras que no deseaba, todo ello en una sociedad que lo avala.
La mayoría de las mujeres que sufren maltrato por parte de su pareja, se mantienen en esta situación durante años, sin realizar ninguna denuncia. Si eventualmente lo hacen, luego se retractan por diferentes motivos. Generalmente expresan: Me da pena, a pesar de lo sigo queriendo, soporto por mis hijos, no tengo dónde ir, ¿de qué vamos a vivir?, le tengo miedo, etc.
Esto sucede por una disminución de autoestima, la falta de seguridad en sí misma y la gran necesidad de afecto y valoración que sufre la mujer golpeada. Si bien estos miedos podrían ser superados con una intervención psicológica y judicial adecuada, es necesario en primer lugar, comprender la situación de la mujer agredida, escuchar sus vivencias y ayudarla a que, de a poco, vaya recuperando estos valores.
Cada mujer tiene una historia diferente, por eso es necesario escuchar y comprender la situación de cada una en particular. Todas las mujeres que padecen una situación de maltrato presentan el síndrome de la mujer maltratada, correspondiente a un conjunto de síntomas que se manifiestan en forma más o menos intensa según cada caso.
El síndrome presenta tres fases: la fase de tensión, la fase de agresión, y la fase de conciliación o arrepentimiento.
La fase de tensión; Se caracteriza por un aumento gradual de tensión: insultos, abuso físico, etc. El hombre golpeador expresa insatisfacción y hostilidad. La mujer intenta calmar, complacer o, al menos, no hacer aquello que le pueda molestar a su pareja, esposo, amante, novio, lo que fomenta la falsa creencia de que ella puede controlar la agresión. Todo lo contrario, esto seguirá aumentando, ella será incapaz de continuar controlando ese comportamiento hostil y se dará curso a la agresión.
La fase de agresión; Se producen abusos físicos, sexuales y psíquicos. Algunas veces la mujer precipita esta inevitable explosión de violencia para poder controlar dónde y cuándo ocurre, de manera que ella pueda tomar medidas o precauciones para minimizar sus heridas y su dolor. Esta fase aguda finaliza cuando el agresor detiene el abuso, obteniendo al mismo tiempo una reducción física de la tensión vivida anteriormente.
La fase de conciliación; Es la etapa en la cual el maltratador pide perdón y se arrepiente, llora, se arrodilla, trata de ayudar a su víctima, le muestra consideración y remordimientos con regalos o promesas de cambio, o que no se volverá a repetir. Provee el refuerzo positivo para que la mujer se mantenga en la relación; no hay tensión ni violencia, y le permite ver el lado bueno de su pareja, creyendo que ella puede ayudar a cambiarlo.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la fase de tensión se repite más, y la de conciliación se reduce. Después de la agresión surge cada vez más tensión y menos conciliación. Es cuando algunas mujeres reconocen a su pareja como violentos, sienten que tienen un problema y buscan ayuda. Hasta este momento, pueden haber transcurrido muchos años.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, la fase de tensión se repite más, y la de conciliación se reduce. Después de la agresión surge cada vez más tensión y menos conciliación. Es cuando algunas mujeres reconocen a su pareja como violentos, sienten que tienen un problema y buscan ayuda. Hasta este momento, pueden haber transcurrido muchos años.
Si este ciclo no se interrumpe a tiempo, las agresiones se repetirán con más frecuencia y mayor intensidad, por lo tanto, con mayor gravedad y riesgo para la mujer, terminando muchas veces con su propia vida.
Las mujeres maltratadas se van adaptando y respondiendo al comportamiento violento de su pareja, porque sienten y piensan que no hay otra salida posible.
Distintos tipos de abuso
Violencia física: Involucra el cuerpo de la mujer; empujones, sacudones, cachetazos, golpes de puño, etc.
Esta clase de abuso, además de las lesiones físicas que suelen ser evidentes, es posible que provoque una tensión permanente, agotamiento, alteración de hábitos alimenticios, anemia, otros.
Esta clase de abuso, además de las lesiones físicas que suelen ser evidentes, es posible que provoque una tensión permanente, agotamiento, alteración de hábitos alimenticios, anemia, otros.
La violencia física abarca también el abuso sexual.
Abuso sexual: Se da cuando la mujer es sometida por su pareja a tener relaciones sexuales contra su voluntad.
Como consecuencia pueden aparecer síntomas similares a los de una mujer violada por un extraño: depresión, sensación de derrota y un dolor emocional que la deja atontada y vencida.
Como consecuencia pueden aparecer síntomas similares a los de una mujer violada por un extraño: depresión, sensación de derrota y un dolor emocional que la deja atontada y vencida.
Pero la violencia no requiere necesariamente del contacto físico con la víctima, debido a que actos intimidatorios como golpear paredes, amenazas verbales y abusos psicológicos permiten llegar al mismo resultado.
Este tipo de violencia es la llamada: Violencia Psicológica o Violencia Emocional.
Violencia psicológica: Consiste en insultos, humillaciones, desvalorización y amenazas por parte del agresor; produciendo así en la mujer un desgaste psíquico agudo y sensación de estar enloqueciendo. Esto reduce la capacidad para protegerse, y sienta las bases para la aparición de otros síntomas similares a los observados en prisioneros de campos de concentración que han sufrido tortura.
Se trata de crear y mantener un clima de terror, de manera que se pueda tener a la víctima bajo control. Esto lleva también a que la mujer renuncie a su libertad y a su voluntad, convirtiéndose así en una sobreviviente que se somete obedeciendo para salvarse del sufrimiento.
Se trata de crear y mantener un clima de terror, de manera que se pueda tener a la víctima bajo control. Esto lleva también a que la mujer renuncie a su libertad y a su voluntad, convirtiéndose así en una sobreviviente que se somete obedeciendo para salvarse del sufrimiento.
Una situación como la descripta, puede culminar en enfermedades físicas o mentales. El clima de terror produce en muchas víctimas, síntomas físicos tales como dificultades respiratorias, palpitaciones, angina de pecho, incontinencia urinaria, diarreas, dolores de cabeza, etc. A nivel psicológico produce desorientación, somnolencia o insomnio, tensión, ansiedad, indefensión, irritabilidad, distorsión de la realidad, intentos de suicidio, autoculparse, y soñar con la idea ilusoria de que su agresor cambiará.
Dentro del cuadro, la mujer desarrolla sus propios mecanismos de defensa, o más bien de supervivencia. Algunas personas que se encuentran bajo amenaza y peligro permanente, recurren a estos mecanismos en situaciones límites o de desesperación. Algunos ejemplos de lo que le ocurre a la mujer bajo estas circunstancias:
La mujer desarrolla alguna simpatía con el agresor, defendiéndolo, protegiéndolo, o justificándolo. Es por esto que al verlo desde afuera, no se entiende por qué una mujer protege a quien la maltrata, negando lo que sucede, retirando denuncias o rechazando que otras personas se metan en sus asuntos personales de pareja.
Desarrolla una pasividad extrema, es decir, acata todo lo que el agresor le ordena, y no expresa ninguna señal de protesta o resistencia. Esto lo hace para evitar cualquier tipo de enfrentamiento o episodio de violencia. Puede incluso motivar a los hijos o hijas a que obedezcan en todo para garantizarse una seguridad.
Deja de sentir y de pensar, pasando a funcionar como autómata. La mujer se anula como persona y centra su vida alrededor de las demandas y necesidades del agresor.
Todo esto produce una dependencia psicológica del cual será difícil salir. Ella verá cada vez más poderoso y omnipotente a su agresor, y se verá más indefensa y necesitada a sí misma. La incorporación de tal esquema de poder y sumisión, y el desarrollo del síndrome como forma de comportamiento, tiene consecuencias nefastas y puede revertirse contra personas más débiles que ella, maltratando a sus hijos/as, como modo de expresar su impotencia e ira contenida. Además, en muchos casos, la violencia física, sexual y emocional por parte del agresor, puede extenderse a los hijos y especialmente, a las hijas.
Las mujeres que sobreviven a la violencia día a día y permanecen en la relación de maltrato, necesitan reconstruirse de tal manera que recuperen la autoestima perdida, o puedan construir la que nunca tuvieron, ya que es la mejor arma para protegerse y obtener poder.
Buscar apoyo y consejo en albergues y organizaciones de mujeres que entiendan toda esta problemática sin cuestionamientos o prejuicios, es el primer paso para la recuperación y la cura.
3 comentarios:
Se debe incluir la violencia patrimonial.
EN CUANTO TE DICE UN INSULTO ZAS! PELÑIGRO DESPUES MAS VIOLENCIA
Hola Silvia Gracias por comentar es verdad, faltan muchas formas de violencia. Cuando pueda haré un nuevo post con algunas que faltaron.
Besos Silvia buen finde.
Gallega de mi corazon es verdad, pero es muy dificil erradicar la violencia de genero.
Te mando un beso grandote buen finde.
Publicar un comentario