lunes, 30 de mayo de 2011

Dolor psíquico

Hay un tipo de dolor que proviene del cuerpo, localizado en una zona determinada, reconocible por medio de los sentidos. Hay otro tipo de dolor, menos específico, pero no menos intenso que no está ligado a lo corporal, a la anatomía del cuerpo físico. Su origen es impreciso, difícil de determinar. No es dolor del cuerpo, sino, y se me permite la analogía, es un dolor cuya fuente está en la anatomía psíquica.

Un dolor que emerge como emerge la urgencia misma de la vida. Un dolor, que se ha llamado dolor existencial. Un dicho popular dice que el dolor purifica, ennoblece, templa el espíritu; que no es posible, aprender si no es con una cuota de dolor, que madurar implica esa misma cuota de dolor; de ese dolor indeterminado que no proviene de un órgano enfermo sino de la experiencia misma de vivir.

Las Religiones apuntalan estas creencias, y el hombre en las vivencias que le impone la vida cotidiana cree ver la corroboración a esta enseñanza. La ciencia también encuentra motivos para confirmar que el dolor es parte del devenir, decimos que, para ocupar un nuevo espacio en la vida, es necesario haber abandonado el anterior; y esto representa una pérdida. Sucesivas pérdidas menores son necesarias para avanzar en la vida.

Pérdidas cotidianas, pérdidas previsibles. Desde el nacimiento a la madurez, el tiempo, medido en el calendario, es pura pérdida. El anverso de esta situación es que cada día que termina habilita uno próximo. Esta evolución cronológica tiene su correlato físico: el cuerpo madura hasta el momento en que comienza su declinación. Este cuerpo que avanza en su destino biológico, sin embargo, no es lo que encierra la vida, sino existencia. A ello llamamos la vida, no al cuerpo sano, no al desarrollo fisiológico del soma. A los dolores propios del crecimiento del cuerpo, lo acompañan los dolores del alma. Dolores como dijimos ligados a la pérdida, en el registro de su representación psíquica.

Dolor y Duelo
Reconocemos el duelo como una manifestación ligada a una pérdida importante, como la de un ser querido, tener que dejar la facultad, tener que dejar un trabajo abruptamente, todas perdidas, con sus respectivos duelos que tenemos que procesar.

El duelo, cuando no se ha tornado patológico, es decir, cuando no se asocia a una predisposición del individuo, tiene una duración de dos años, lapso que insume el proceso de elaboración psíquica de la pérdida. No obstante, no siempre se cumple el ciclo normal esperable, y este acontecimiento se vuelve el disparador o desencadenante de un trastorno psicológico de mayor envergadura. El individuo, en estos casos, no cuenta con los recursos defensivos necesarios para acallar la emergencia del sufrimiento ligado a la pérdida; quedando a expensas de la angustia concomitante. En otras palabras, los avatares de la vida llevan al sujeto en cuestión a experimentar una fijación a partir de la cual su vida misma se ve sumida y arrastrada junto con aquella pérdida.

El dolor ligado al duelo se vive como una experiencia de aturdimiento y desgarro causado por lo insoportable de lo irreparable; ya no es posible volver a la situación o estado de cosas anterior. Para que el sufrimiento causado por la pérdida desaparezca es necesario que lo perdido deje espacio efectivamente a otra cosa. Debemos, convivir lo que se ha perdido con lo nuevo que comienza a ocupar el lugar vacante.

Dolor: la presencia de la Ausencia
Hay quienes sufren sin que pueda descubrirse la causa de su tristeza, sin la evidencia de una pena específica; se vuelven indolentes y continúan sus ocupaciones o diversiones habituales en forma mecánica y sin interés; el intelecto, los afectos y las pasiones parecen inactivos, se vuelven extremadamente apáticos. Esto corresponde al reinado de la pérdida, el reinado de una ausencia que no deja de insistir, de hacerse presente. Se construye así una paradoja desconcertante: la constante presencia de una ausencia que apaga todos los motores vitales del individuo, sumiéndolo en una apatía generalizada. La persona no puede dar cuenta de su tristeza. La indeterminación manifiesta de dar testimonio sobre el origen de su tristeza persevera en el tiempo. La vida misma se convierte en el infierno del cual quiere escapar; la vida misma se le vuelve insoportable. El ancho espectro de la realidad concentra toda su energía sufriente.

Hay dolores de las pequeñas pérdidas, aquellos asociados al abandono de estados que el desarrollo mismo de la vida impone al individuo; que se van transcurriendo invariablemente, con mayor o menor éxito. Hay dolores ligados a las grandes pérdidas ligadas a la experiencia de la finitud; representan el enfrentamiento del sujeto con la evidencia de su mortalidad. Hay dolores además, que no se extinguen, que perseveran, que imponen su ritmo sufriente al individuo; dolores anclados en la negativa a aceptar la lógica del no todo. Todos dolores del alma, no del cuerpo, dolores que no se ubican en la anatomía del cuerpo ni se acallan con analgésicos. Dolores que expresan la magnitud de la existencia, no la continuidad de un cuerpo sano. También dolores que no provienen de una enfermedad orgánica, pero que acaban por enfermar a ese cuerpo. Ausencia, en definitiva, a la cual el individuo, irremediablemente, se tendrá que enfrentar.

sábado, 28 de mayo de 2011

¿Qué causa los ataques de pánico?

Una pregunta que se realizan todos aquellos que sufren ataques de pánico, también conocidos como ataques de ansiedad o crisis de ansiedad es ¿qué los causa? ¿Qué causa los ataques de pánico? ¿Cuáles son los desencadenantes de los ataques de pánico? ¿Qué los produce?

Los desencadenantes y causas más comunes de los ataques de pánico:

Fobias; Personas que están expuestas a determinados objetos o situaciones a las que temen de una manera desmedida e irracional pueden experimentar un ataque de pánico al entrar en contacto con esos elementos.

Pasividad; Es natural pensar que la pasividad en forma de cortesía excesiva, respeto y timidez pueden ser factores positivos y que es normal poseer estas características. No obstante un número creciente de evidencias apoya la idea que la pasividad resultante del miedo o el temor (a veces inexplicable), baja autoestima y niveles bajos de auto-confianza son características que se encuentran muy a menudo en personas que experimentan episodios de ataque de pánico.

El síndrome de hiperventilación; Respirar por la boca, el exceso de respiración o la exhalación de una mayor cantidad de dióxido de carbono con respecto a la cantidad de oxígeno existente en el torrente sanguíneo puede dar lugar a síntomas como mareos, aturdimiento y palpitaciones. Estos síntomas podrían ser causa de un ataque de pánico.

Causas biológicas;
Causas biológicas: ansiedades generalizadas, desorden obsesivo-compulsivo, desórdenes de estrés post-traumático, hipoglucemia, hipertiroidismo, la enfermedad de Wilson, prolapso de la válvula mitral, feocromocitoma, perturbaciones del oído interno y la deficiencia de vitamina B" son factores biológicos, y pueden ser tratados.

Fobias: son estos intensos miedos que vienen de la exposición a ciertos factores.
Causas disparadoras de corto plazo, las pérdidas personales significativas, los cambios profundos en nuestra vida diaria, el consumo excesivo de cafeína, nicotina, marihuana u otros fármacos pueden ser disparadores.

Causas persistentes: pueden ser causas ambientales, pensamientos negativos constantes, tener una mala imagen de nosotros mismos, tener dudas constantes o creencias negativas, así como sentimientos retenidos o falta de asertividad.


Carencia de asertividad: cuando no tenemos agudeza en nuestros sentidos solemos tener un estilo comunicativo pasivo y evitamos la confrontación.

Medicamentos: los más habituales son la Ritalina (medicamentos para tratar la hiperactividad), los antibióticos del tipo de fluoroquinolone y ciertos antidepresivos, entre otros.

Síndrome de abstinencia: tanto de sustancias legales como ilegales (drogas, alcohol, medicamentos con o sin prescripción).

Disparadores farmacológicos: causadas por ciertas sustancias químicas, tanto estimulantes como depresores (incluyendo la cafeína, anfetaminas y el alcohol entre tantos otros).

Cualquiera de estos factores puede ser suficiente para producir un ataque de pánico en alguien que hasta ese momento ha vivido libre de ellos. En algunos casos el ataque puede ser un evento único, sin ser jamás repetido, pero en otros casos pueden llegar más ataques.

Los sutiles misterios de la mente humana aún no han sido entendidos en su totalidad, particularmente cuando se trata de explicar cómo funciona el subconsciente.

Otros factores pueden exacerbar la relación de los trastornos de pánico y las circunstancias de nuestra vida diaria tanto aquella que elegimos como las que nos son impuestas. El estrés de la existencia moderna, ya sean relacionadas a las finanzas, el trabajo, las relaciones, la salud, las carencias y ausencias o cualquier otra cosa, pueden tener un enorme impacto en cualquiera de nosotros, y todos deberíamos hacer lo posible para reducir las exigencias físicas y emocionales a las que nos exponemos. Esto es especialmente importante si sufres de un trastorno de pánico, ya que los altos niveles de estrés y ansiedad dificultan mucho el tener bajo control a los ataques de pánico o a tener el temor de sufrir uno.

El miedo es una alerta con la que contamos para mantenernos a salvo. Es el encargado de identificar aquellos objetos, personas, situaciones o todo aquello que represente una amenaza a nuestra seguridad e integridad, y su presencia en nuestra vida es fundamental para evitar exponernos a peligros innecesarios. Sin embargo, cuando el miedo se presenta en formas y rutinas que están más allá de los límites normales, puede representarnos un verdadero obstáculo para nuestro desarrollo social normal, transformándose en fobias.

Las ansiedades o el temor previo a conocer nuevas personas, o a reencontrarse con amigos o conocidos, incluso a la angustia que produce en la persona el mantener una conversación o un contacto visual directo con otra, han sido categorizadas dentro de un tipo de fobia particular, denominado fobia social.

La fobia social general, caracterizada por el temor a llamar la atención y la constante preocupación por ser observado. Quien lo sufre, evita la interacción social, incluso se abstiene de comer o beber en público, de mantener un diálogo, de concurrir a espacios públicos como clubes, playas, bares y demás. A nivel laboral, la fobia social general es una de las principales causas de la permanencia en el puesto de trabajo actual, sin gozar de aumentos de sueldo o avances en la posición, por el miedo que le provoca a esta persona la confrontación con jefes y colegas. Dentro de este grupo se halla la agorafobia, un tipo de fobia social muy habitual en la actualidad.

Por tratarse de un trastorno de pánico, el sujeto con fobia social sufre de iguales síntomas que en otras crisis de ansiedad, aunque algunos han de destacarse sobre los demás, tales como el enrojecimiento del rostro, el tartamudeo y la hiperventilación, que son los principales, y que a menudo son considerados como inocentes signos de timidez.

Otros síntomas comunes en las fobias sociales son la sequedad en la boca, la excesiva sudoración, palpitaciones y taquicardias, e incluso se hace evidente el deseo de orinar o defecar.

Los desencadenantes o disparadores varían de persona a persona, tal y como en cualquier otro tipo de fobias y trastornos de pánico y ansiedad, pudiendo en ocasiones particulares ser identificados o individualizados, aunque en muchas ocasiones este no sea el caso.
Lo que para algunos es timidez, para otros es una verdadera crisis, incluso entre quienes sufren de fobia social, hay situaciones a las que algunos pueden someterse mientras que otros se atemorizan sin enfrentarla situación. De cualquier modo, estas situaciones y sensaciones son manejables, y tan sólo se debe aprender cómo hacerlo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Debemos liberar nuestros presos

¿Quiénes son nuestros presos?

Nuestros presos personales son aquellos que nos han ofendido. Contra quienes guardamos resentimientos por sus ofensas. Tal vez traicionaron nuestra confianza, fuimos tratados mal, o nuestros sentimientos heridos. Puede pasar que la persona que nos ofendió no sabe que lo hizo. A veces se puede mal interpretar una situación o no enterarse de cuan heridos dejaron los sentimientos del otro.


Hay ofensas que le dan sentido de identidad a una persona. Le dan la posibilidad de culpar a otro por la forma en que son ellos mismos, o cómo les fue en la vida.
Tal vez la pareja los traicionó, los padres lo trataron mal de niños, o fueron víctimas de un delito. Estas personas están tan consumidas por el dolor de haber sido traicionados o tratados con negligencia en el pasado, que hacen culpables a otros de su miseria actual. No toman la responsabilidad por cómo viven su vida en el presente.


¿Durante cuánto tiempo más estás dispuesto a seguir ofendido? ¿Días? ¿Meses? ¿Años? ¿Toda tu vida? Nos aferramos a ese sentimiento de dolor. Desearíamos poder perdonar a esa persona y pensamos que se trata de que él o ella arreglen las cuentas con nosotros. Pero la verdad es que cuando guardamos rencor contra alguien, nos estamos encarcelando junto con ellos en nuestro resentimiento. Al aferrarnos a nuestro dolor nos estamos dañando a nosotros mismos. Por eso no se trata de que ellos pidan perdón, sino que necesitamos liberarnos a nosotros mismos.

El resentimiento aunque lo sentimos ahora en el presente, se basa siempre en los hechos del pasado. Puede ser que lo que nos ofendió sucedió hace un mes o hace muchos años. Pero el enojo que sentimos es muy real hoy.


¿Cómo lidiamos con personas y hechos del pasado para poder liberarnos del enojo que sentimos ahora?

Debemos abrir el portón de nuestra cárcel personal.

Perdonar no es lo mismo que olvidar

No vamos a sufrir algún tipo de amnesia y olvidar mágicamente el asunto. No quiere decir que a partir de ese día tenemos que fingir que todo va a estar bien como si nada hubiera pasado.

No necesariamente hay que restituir la relación. Si esa persona perdió nuestra confianza, perdonarla no le garantiza que automáticamente todo vuelva a estar como antes.

La esposa que fue golpeada no tiene por qué volver con su marido.

El empresario no tiene por qué volver a confiarle dinero a su socio que ha mal utilizado los fondos de la empresa.


Perdonar significa que ya no buscamos justicia, venganza o restitución.

Simplemente lo dejamos ir.

Renunciamos a hacerle daño a esa persona (a devolverle mal por mal). Le concedemos el don de la compasión.
Podemos dar otra oportunidad para ganar nuestra confianza de vuelta o decidir que esa persona no nos ayuda a ser mejores, y la dejamos ir libremente.


"Perdonar no libera al ofensor de su responsabilidad por su acción, ni se convierte un mal en un bien." Perdonar significa "dejar de sentir resentimiento."
Burai R. Spencer


La palabra resentimiento significa "sentir otra vez". Por eso perdonar es un acto voluntario de dejar de sentir otra vez, dejar de revivir la ofensa y los sentimientos de dolor y enojo. No olvidamos lo que pasó, pero lo podemos recordar sin ira, sin dolor.

El perdón no tiene nada que ver con ser bueno con quien nos ofendió, o decir que lo que hizo estuvo bien. Tiene que ver con ser bueno con uno mismo. Tratar de darnos cuenta que guardar rencor y resentimiento nos hace más daño a nosotros mismo, que a quien nos ofendió o maltrato.


No podemos controlar lo que otros hacen, si controlar lo que hacemos y pensamos. Se puede optar seguir viviendo con dolor, enojo o miedo. O elegir dejar de vernos como víctimas. Elegir perdonar o no hacerlo.

Liberarnos de las circunstancias que están fuera de control. Seguir viendo el lado bueno de las personas, volver a confiar, elegir cómo vamos a vivir en el futuro, que es hoy.


Viví el presente: la ofensa está en el pasado. Ya pasó. Sólo sigue ocurriendo en la mente. Si seguimos pensando es como revivir el momento, como si volviera a suceder, y esto es lo que produce dolor, enojo e infelicidad.


Seamos compasivos: La otra persona tal vez actuó de acuerdo a lo que pensó era correcto o eso era lo mejor que podía hacer en ese momento. Tal vez no lo hizo a propósito o con mala intención. ¿Qué pudo haberle sucedido en el pasado para que hiciera lo que hizo? ¿Cómo se debió haber sentido después?


Sin compasión no puede haber perdón. Ser comprensivo con uno mismo. El primer paso es perdonarnos a nosotros mismo por acumular tanto dolor por tanto tiempo. A veces esto no es fácil. Algunos hechos pueden haber marcado la forma en cómo nos vemos. Pero es necesario ser valiente, mirar hacia dentro y enfrentarse esa ira y dolor que llevamos dentro.

Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.

Lewis B. Smedes

El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar.
Martín Luther King

domingo, 22 de mayo de 2011

Pensamiento mágico

Psicología y psiquiatría:

En psicología y ciencia cognitiva, el pensamiento mágico es un raciocinio causal no científico; por ejemplo, la superstición. El pensamiento mágico es una forma de pensar y razonar que genera opiniones carentes de fundamentación lógica o estricta.


La magia a diferencia de la ciencia, no distingue la correlación de la causalidad. Por ejemplo, alguien puede acreditar que una camiseta da suerte si vistiéndose con ella ha ganado un torneo deportivo. Continuará usando la misma camiseta y, aunque gane algunas competiciones y pierda otras, continuará acreditando sus victorias a la "camiseta de la suerte". Suele estar basado en prejuicios o percepciones psíquicas subjetivas del individuo/colectivo. Quizá por haber sido precondicionado por otras personas que haya conocido o aceptando de algún modo las teorías de dichos individuos.


Ante percepciones de: espejismos, realidad de los sueños, predicción de comportamientos en pequeños o grandes entornos, los sentidos del ser humano, pueden carecer de fundamentación objetiva y modelan la realidad, desde un punto de vista antropomórfico, con recursos filosóficos concomitantes.


Un prejuicio cognitivo, predisposiciones cognitivas, es una distorsión cognitiva, en el modo en el que los humanos percibimos la realidad. Algunos de estos procesos han sido verificados empíricamente en el campo de la psicología, otros están siendo considerados como categorías generales de prejuicios.


En psicología, algunos tipos de personalidad, están influidos en mayor o menor grado por el razonamiento mágico, y ciertas enfermedades mentales, como la esquizofrenia, pueden tener conclusiones ideadas a partir del pensamiento mágico, como la telepatía o el control de la mente.


Para la psiquiatría, este tipo de pensamiento, que por definición se opone al pensamiento lógico, es más frecuente entre los niños, y en las personas pertenecientes a sociedades primitivas contemporáneas que se guían por costumbre, hacer más lento el desarrollo socio - cultural.


El pensamiento mágico también suele estar presente, en las personas con trastornos de tipo obsesivo -compulsivo. Estas personas realizan una serie de rituales estereotipados, para librarse de algunas ideas extrañas que las asaltan de forma repetitiva e insistente, a pesar de que ellas mismas las consideran con poco fundamento o completamente absurdas: ideas obsesivas.


El pensamiento mágico desde sus inicios y, aún actualmente, en todas las culturas primitivas contemporáneas cumple un papel fundamental para afianzar la supervivencia del ser humano y en numerosos casos, impulsar su desarrollo cultural. Sin la aparición del pensamiento mágico, el ser humano aún permanecería anclado en sus primeros estadios de evolución.


El pensamiento mágico se fundamenta en creencias cuya estructuración no sigue un patrón racional. Suele estar basado en percepciones psíquicas subjetivas del individuo/colectivo, pudiendo haber sido influenciado por otras personas que conocen o aceptan de algún modo dichas teorías o creencias.


En psiquiatría, varias enfermedades mentales y trastornos de personalidad se caracterizan por asumir diversos grados de pensamiento mágico. Se utiliza el método científico para remarcar lo endeble y arbitrario de las convicciones basadas en lo sobrenatural.

El pensamiento mágico es una forma de explicar el mundo basada en creencias o interpretaciones erróneas sobre la relación entre causas y efectos. Es típico de las sociedades primitivas, que ante un entorno incomprensible que afecta a sus vidas de forma caprichosa inventan ritos para controlar ese entorno.
Pero el pensamiento mágico no es solo propio de sociedades primitivas. En las sociedades más avanzadas la mayor parte de la gente practica de una u otra manera esta forma de pensar.

Cada vez que probamos una nueva dieta que va a hacernos adelgazar sin esfuerzo en pocas semanas, estamos practicando el pensamiento mágico. Cada vez que confiamos en la lotería para cambiar nuestro futuro económico, estamos practicando el pensamiento mágico.


El pensamiento mágico es muy atractivo, porque disocia nuestro esfuerzo de las consecuencias en nuestra vida. Es más satisfactorio, a corto plazo, probar una nueva dieta que cambiar nuestro hábitos de alimentación.


Es más fácil gastar dinero en la lotería que buscar y conseguir un trabajo mejor. Uno de los síntomas de la demencia es el pensamiento mágico. La característica de esta forma de pensar es creer que se puede dominar la realidad con la mente.

Los místicos dirían que sí, que podemos influir en la realidad con el pensamiento y un racionalista nos diría que no. Pero ambos tienen dudas, que hacen que el místico lo intente y que el racionalista investigue.

El problema es que creer en la magia nos impide asumir que nuestra vida depende de nuestras decisiones y de lo que hacemos cada día, todos los días. Si estás probando dietas milagrosas, no cambias tus hábitos de vida. Y si estás jugando a la lotería no asumes que el dinero que vas a tener es el que seas capaz de ganar y ahorrar.

jueves, 19 de mayo de 2011

Trastornos Neuróticos



Los trastornos neuróticos se refieren a los trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades del sistema nervioso, en dicha patología se distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral adecuado de las personas.


Las neurosis suelen ser recurrentes y se manifiestan de la misma forma a través de toda la vida del paciente.

Estas son: animadas o silenciosas, alegres o desanimadas, llenas de alegría o desdichadas, dependiendo de las circunstancias. En algunas personas con este trastorno, esta gama esta muy restringida, anclándose en uno u otro extremo de espectro emocional. Otras personas alternan entre los extremos de la euforia y la tristeza.Su manifestación incide principalmente entre 25 y los 45 años de edad. Las mujeres suelen ser más susceptibles a episodios histéricos y a las neurosis depresivas.

Trastornos Neuróticos incluyen las siguientes patologías:
Trastornos Afectivos o del Estado de Animo.
Trastornos de Ansiedad.
Trastornos Psicosomáticos o Psicofisiológicos.
Trastornos Somatoformes.
Trastornos Disociativos.
Trastornos Conversivos


Se pueden diferenciar:

Neurosis de angustia
Neurosis obsesivas compulsivas
Neurosis fóbicas
Neurosis neurasténicas
Neurosis de Despersonalización
Neurosis depresivas
Neurosis del Tipo disociativo
Neurosis de del Tipo conversivo
Neurosis hipocondríacas
Neurosis Histérica

Los psicoanalistas consideran la neurosis como una secuencia de cuatro elementos. Con la observación de los trastornos neuróticos, se llega a la conclusión de que la mayoría son la manifestación de determinadas heridas y conflictos conscientes o inconscientes que, a su vez guardan relación con cierto grado de maltrato en la infancia. Este puede haber sido físico o psicológico y dimensionado con una mala educación. Por lo general es suficiente con que en la etapa de desarrollo del niño este sufra falta de aprecio y reconocimiento, agresiones, desprecios, carencias afectivas, humillación ante otros niños etc.

Los síntomas principales incluyen una angustia exagerada, síntomas histéricos, fobias, síntomas obsesivos y compulsivos y una depresión grave angustia o hiperactividad de los mecanismos que emplea el paciente comúnmente para resolver su angustia y situaciones de estrés.


Otros síntomas pueden ser dolor de cabeza, falta de voluntad para realizar cosas simples, pérdida de las ganas de cualquier actividad física y alteración del sueño. El neurótico se instala en la patología con el objeto de obtener ayuda, compasión, sumisión a los demás, huida de las responsabilidades, fuente de excusas para justificar el comportamiento y otros mecanismos del temor y ansiedad como miedos y fobias, para evitar enfrentarse a la realidad.


El tratamiento Dependerá de su grado de situación, en primer instancia el medico de cabecera o por el psiquiatra. Un método apropiado es la psicoterapia ya que el hecho de llegar a conocer y a comprender la influencia que algunos acontecimientos de su vida pasada, no muy aclarados, han tenido sobre la personalidad del paciente un importante resultado.


En el caso de la neurosis de ansiedad, la neurosis fóbica, neurosis maniática y en algunos casos de neurosis hipocondríaca es necesario el tratamiento con farmacología. La realización de una terapia combinada, farmacológica y psicoterapéutica resulta el mejor abordaje para un alivio de los síntomas. Los tratamientos de larga duración pueden crear dependencia.

Otros casos solo pueden curarse con un cambio de ambiente, descanso y un régimen de comidas apropiado. El aire libre, paseos que no ocasionen fatiga y acostarse temprano, etc.


La evolución en los pacientes tratados con diferentes terapias, o combinadas es buena en un 80% de los casos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Soberbia



La soberbia suele manifestarse bajo formas más complejas. La soberbia tiende a presentarse de forma más retorcida, se cuela por los resquicios más sorprendentes de la vida del hombre, bajo apariencias sumamente diversas. La soberbia sabe bien que si enseña la cara, su aspecto es repulsivo, y por eso una de sus estrategias más habituales es esconderse, ocultar su rostro, disfrazarse. Se mete de incógnito dentro de otra actitud aparentemente positiva, que siempre queda contaminada.

Unas veces se disfraza de sabiduría, de lo que podríamos llamar una soberbia intelectual que se muestra sobre una apariencia de rigor que no es otra cosa que orgullo altivo.

Hay ocasiones en que la soberbia se disfraza de afán de defender la verdad, de una ideología altiva y crispada, que avasalla a los demás; o de un afán de precisarlo todo, de juzgarlo todo, de querer tener opinión firme sobre todo. Todas esas actitudes suelen tener su origen en ese orgullo tonto y simple de quien se cree siempre poseedor exclusivo de la verdad. En vez de servir a la verdad, se sirven de ella de una sombra de ella, y acaban siendo marionetas de su propia vanidad, de su afán de llevar la contra o de quedar por encima.

A veces se disfraza de un aparente espíritu de servicio, que parece a primera vista muy abnegado, y que incluso quizá lo es, pero que esconde una curiosa victimización con resentimiento. Son esos que hacen las cosas, pero con aire de víctima "soy el único que hace algo", o lamentándose de lo que no hacen los demás.

Puede disfrazarse también de generosidad, de esa generosidad ostentosa que ayuda humillando, mirando a los demás por encima del hombro, menospreciando. O se disfraza de afán de enseñar o aconsejar, propio de personas llenas de suficiencia, que ponen a sí mismas como ejemplo, que hablan en tono paternalista, mirando por encima del hombro, con aire de superioridad. O de aires de dignidad, cuando no es otra cosa que susceptibilidad, sentirse ofendido por tonterías, por sospechas irreales o por celos infundados.

¿La soberbia está detrás de todo? Por lo menos sabemos que lo intentará. Igual que no existe la salud total y perfecta, tampoco podemos terminar por completo con la soberbia. Pero podemos detectarla, y ganarle terreno.

¿Y cómo podemos detectarla? La soberbia muchas veces nos engañará, y no veremos su cara, oculta de diversas maneras, pero los demás sí lo suelen ver. Si somos capaces de ser receptivos, de escuchar la crítica constructiva, nos será mucho más fácil desenmascararla.

El problema es que hace falta ser humilde para aceptar la crítica. La soberbia suele blindarse a sí misma en un círculo vicioso de egocentrismo satisfecho que no deja que nadie lo llame por su nombre.
Cuando se hace fuerte, la indefensión es tal que van creciendo las manifestaciones más simples y primarias de la soberbia: la susceptibilidad enfermiza, el continuo hablar de uno mismo, las actitudes prepotentes y engreídas, la vanidad y afectación en los gestos y el modo de hablar, el decaimiento profundo al percibir la propia debilidad, etc.

Hay que romper ese círculo vicioso. Ganar el tiempo a la soberbia es clave para tener una psicología sana, para mantener un trato cordial con las personas, para no sentirse ofendido por tonterías, para no herir a los demás, para ser mejor persona. Por eso hay que tener miedo a la soberbia, y luchar seriamente contra ella. Es una lucha que toma el impulso del reconocimiento del error. Un conocimiento siempre difícil, porque el error se enmascara de mil maneras, e incluso saca fuerzas de sus aparentes derrotas, pero un conocimiento posible, si hay empeño de nuestra parte, es muy importante pedir ayuda con humildad, para salir adelante.

Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría. Salomón

La humildad, necesaria para amar. Cuanto más vacíos estamos de la hinchazón de la soberbia más llenos estamos de amor. San Agustín de Hipona

El principio de todo vicio es la soberbia. Don Bosco

domingo, 15 de mayo de 2011

Comportamiento compulsivo

El impulso de la reflexión El comportamiento impulsivo acarrea más perjuicios que ventajas, por lo que la reflexión es una alternativa aconsejable.


Si nos detenemos a observar en medio de un inmenso atasco con interminables colas y retrasos. Desde nuestro automóvil o de peatón observamos a los demás conductores y vemos que algunos lo afrontan con tranquilidad. Otros, en cambio, expresan con gritos, agitando sus brazos, otros maldiciendo su tensión, tocan la bocina de forma compulsiva o cambian de carril una y otra vez en un vano intento de salir del enredo. ¿Qué determina que unos esperen y los otros se desesperen?

La impulsividad.
Las personas impulsivas sufren una alta tensión emocional ante situaciones cotidianas como la descrita y su umbral de tolerancia es menor respecto al resto de la población. En lugar de reflexionar, pasan de forma inmediata a la acción, incluso cuando son capaces de prever algún perjuicio contra sí mismos o contra los demás. Por ello se dice que alguien se comporta de manera impulsiva cuando responde o actúa sin reflexión ni prudencia, dejándose llevar por la impresión del momento.

La cólera

Este comportamiento es aún más exagerado cuando la situación se vive como una provocación. La emoción que emerge entonces es la cólera y el sujeto impulsivo tiende a actuar con agresividad. Aunque puede obtener beneficios a muy corto plazo, un cambio de la situación, cierta sensación de control y la disminución de la tensión fisiológica tras el arrebato, esta inadecuada expresión de sentimientos negativos se materializa en consecuencias muy dañinas a medio y largo plazo: sentimiento de culpa por los daños causados, baja autoestima por no haber sido capaz de autocontrolarse, pérdida de confianza del entorno, con la etiqueta de agresivo y problemático, para siempre y potenciales problemas legales.

Hay cuatro clases esenciales de provocación que pueden desencadenar nuestra indignación y propiciar una reacción impulsiva. Todas ellas se pueden ilustrar con un sinfín de ejemplos:
La frustración: Por ejemplo, Salir mal en un examen, ir a una entrevista de trabajo y no quedar citada, etc.


Sucesos irritantes: como extraviar un documento importante, no poder dormir a causa del ruido o estar atrapado en una protesta callejera.


Sentirse provocado: por un comentario irónico de un compañero de trabajo o por un coche que se nos adelanta de manera inadecuada.


La falta de corrección: de la pareja que relata un aspecto privado de la relación en una cena de amigos o la supuesta injusticia de una multa.


La angustia

Muy diferente a la reacción impulsiva de las personas coléricas es la de la mayoría de niños, adolescentes y adultos con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Cuando se enfrentan a un problema ante el que han fracasado antes, la dolorosa emoción que aparece es la angustia. Ante su conciencia de ser incapaces de abordar el problema con éxito, intentan reducir el tiempo de incertidumbre y se precipitan en su propuesta de solución. Es la impaciencia la que retroalimenta el problema: si no hay reflexión, la posibilidad de errar aumenta y, con ella, la conciencia de incapacidad que dispara la angustia y le lleva a responder de manera impulsiva. Las consecuencias negativas de su impulsividad se centran en la continua pérdida de autoestima y en la injusta imagen social que genera: a pesar de ser individuos con capacidades en general superiores a la media, su dificultad para estructurar la información, aplicar métodos de resolución y darse tiempo para todo ello, les lleva a parecer menos capaces que los demás.

Impulsividad funcional

Un tercer grupo de sujetos impulsivos lo componen aquellos que manifiestan una impulsividad funcional. Su característica principal es que sólo toman decisiones rápidas y no meditadas en aquellos casos en que hacerlo de esta manera les aporta algún tipo de beneficio. Es característico en personas creativas, dedicadas al arte, al deporte o a los negocios y seguras de sí mismas, que asumen cierto nivel de riesgo y con un alto nivel de actividad y de audacia.

Por último, y en el extremo opuesto, están aquellos sujetos en los que la impulsividad agresiva se ha convertido en una reacción incontrolable, cuyos factores estresantes no justifican la intensidad de su violencia o de los daños que pueden causar a terceros. A estos sujetos, incapaces de distinguir las situaciones donde la impulsividad es contraproducente, se les diagnostica un Trastorno Explosivo Intermitente.

Actuar o no actuar

Frente a las personas reflexivas, las impulsivas muestran menos ansiedad por cometer errores, porque no se dan tiempo para analizar y prever y todas sus acciones están orientadas hacia el éxito rápido más que a evitar el fracaso. Es evidente que su rendimiento es bajo y muestran menor motivación por tareas que implican un aprendizaje. El hecho de que ante situaciones similares reaccionen con el mismo patrón de respuesta sugiere que han automatizado sus reacciones, lo que impide el desarrollo de tres pasos básicos en el proceso de toma de decisiones, en especial cuando se enfrentan a situaciones percibidas como peligrosas y se acelera el factor tiempo:

Hay que atender a los siguientes indicadores para determinar que un sujeto puede tener problemas en el control de sus impulsos siempre que experimenten más de cuatro de estos ítems:
Busca experiencias excitantes y arriesgadas.

Muestra una baja tolerancia a la frustración y al aburrimiento.

Actúa antes de pensar con independencia de la situación-problema.

Es desorganizado y casi nunca planifica actividades.

Es muy olvidadizo y/o llega tarde por falta de previsión.

Cambia de una actividad a otra con mucha frecuencia.

Se muestra incapaz de guardar su turno para hablar en aquellas situaciones grupales en las que se necesita paciencia.

Requiere de mucha supervisión para evitar problemas.

Tiene problemas por actuar de forma inapropiada.

Es muy creativo, aunque muchas de sus propuestas son claras que necesitan ser pulidos.