Los desencadenantes y causas más comunes de los ataques de pánico:
Fobias; Personas que están expuestas a determinados objetos o situaciones a las que temen de una manera desmedida e irracional pueden experimentar un ataque de pánico al entrar en contacto con esos elementos.
Pasividad; Es natural pensar que la pasividad en forma de cortesía excesiva, respeto y timidez pueden ser factores positivos y que es normal poseer estas características. No obstante un número creciente de evidencias apoya la idea que la pasividad resultante del miedo o el temor (a veces inexplicable), baja autoestima y niveles bajos de auto-confianza son características que se encuentran muy a menudo en personas que experimentan episodios de ataque de pánico.
El síndrome de hiperventilación; Respirar por la boca, el exceso de respiración o la exhalación de una mayor cantidad de dióxido de carbono con respecto a la cantidad de oxígeno existente en el torrente sanguíneo puede dar lugar a síntomas como mareos, aturdimiento y palpitaciones. Estos síntomas podrían ser causa de un ataque de pánico.
Causas biológicas; Causas biológicas: ansiedades generalizadas, desorden obsesivo-compulsivo, desórdenes de estrés post-traumático, hipoglucemia, hipertiroidismo, la enfermedad de Wilson, prolapso de la válvula mitral, feocromocitoma, perturbaciones del oído interno y la deficiencia de vitamina B" son factores biológicos, y pueden ser tratados.
Fobias: son estos intensos miedos que vienen de la exposición a ciertos factores.
Causas disparadoras de corto plazo, las pérdidas personales significativas, los cambios profundos en nuestra vida diaria, el consumo excesivo de cafeína, nicotina, marihuana u otros fármacos pueden ser disparadores.
Causas persistentes: pueden ser causas ambientales, pensamientos negativos constantes, tener una mala imagen de nosotros mismos, tener dudas constantes o creencias negativas, así como sentimientos retenidos o falta de asertividad.
Carencia de asertividad: cuando no tenemos agudeza en nuestros sentidos solemos tener un estilo comunicativo pasivo y evitamos la confrontación.
Medicamentos: los más habituales son la Ritalina (medicamentos para tratar la hiperactividad), los antibióticos del tipo de fluoroquinolone y ciertos antidepresivos, entre otros.
Síndrome de abstinencia: tanto de sustancias legales como ilegales (drogas, alcohol, medicamentos con o sin prescripción).
Disparadores farmacológicos: causadas por ciertas sustancias químicas, tanto estimulantes como depresores (incluyendo la cafeína, anfetaminas y el alcohol entre tantos otros).
Cualquiera de estos factores puede ser suficiente para producir un ataque de pánico en alguien que hasta ese momento ha vivido libre de ellos. En algunos casos el ataque puede ser un evento único, sin ser jamás repetido, pero en otros casos pueden llegar más ataques.
Los sutiles misterios de la mente humana aún no han sido entendidos en su totalidad, particularmente cuando se trata de explicar cómo funciona el subconsciente.
Otros factores pueden exacerbar la relación de los trastornos de pánico y las circunstancias de nuestra vida diaria tanto aquella que elegimos como las que nos son impuestas. El estrés de la existencia moderna, ya sean relacionadas a las finanzas, el trabajo, las relaciones, la salud, las carencias y ausencias o cualquier otra cosa, pueden tener un enorme impacto en cualquiera de nosotros, y todos deberíamos hacer lo posible para reducir las exigencias físicas y emocionales a las que nos exponemos. Esto es especialmente importante si sufres de un trastorno de pánico, ya que los altos niveles de estrés y ansiedad dificultan mucho el tener bajo control a los ataques de pánico o a tener el temor de sufrir uno.
El miedo es una alerta con la que contamos para mantenernos a salvo. Es el encargado de identificar aquellos objetos, personas, situaciones o todo aquello que represente una amenaza a nuestra seguridad e integridad, y su presencia en nuestra vida es fundamental para evitar exponernos a peligros innecesarios. Sin embargo, cuando el miedo se presenta en formas y rutinas que están más allá de los límites normales, puede representarnos un verdadero obstáculo para nuestro desarrollo social normal, transformándose en fobias.
Las ansiedades o el temor previo a conocer nuevas personas, o a reencontrarse con amigos o conocidos, incluso a la angustia que produce en la persona el mantener una conversación o un contacto visual directo con otra, han sido categorizadas dentro de un tipo de fobia particular, denominado fobia social.
La fobia social general, caracterizada por el temor a llamar la atención y la constante preocupación por ser observado. Quien lo sufre, evita la interacción social, incluso se abstiene de comer o beber en público, de mantener un diálogo, de concurrir a espacios públicos como clubes, playas, bares y demás. A nivel laboral, la fobia social general es una de las principales causas de la permanencia en el puesto de trabajo actual, sin gozar de aumentos de sueldo o avances en la posición, por el miedo que le provoca a esta persona la confrontación con jefes y colegas. Dentro de este grupo se halla la agorafobia, un tipo de fobia social muy habitual en la actualidad.
Por tratarse de un trastorno de pánico, el sujeto con fobia social sufre de iguales síntomas que en otras crisis de ansiedad, aunque algunos han de destacarse sobre los demás, tales como el enrojecimiento del rostro, el tartamudeo y la hiperventilación, que son los principales, y que a menudo son considerados como inocentes signos de timidez.
Otros síntomas comunes en las fobias sociales son la sequedad en la boca, la excesiva sudoración, palpitaciones y taquicardias, e incluso se hace evidente el deseo de orinar o defecar.
Los desencadenantes o disparadores varían de persona a persona, tal y como en cualquier otro tipo de fobias y trastornos de pánico y ansiedad, pudiendo en ocasiones particulares ser identificados o individualizados, aunque en muchas ocasiones este no sea el caso.
Lo que para algunos es timidez, para otros es una verdadera crisis, incluso entre quienes sufren de fobia social, hay situaciones a las que algunos pueden someterse mientras que otros se atemorizan sin enfrentarla situación. De cualquier modo, estas situaciones y sensaciones son manejables, y tan sólo se debe aprender cómo hacerlo.
Medicamentos: los más habituales son la Ritalina (medicamentos para tratar la hiperactividad), los antibióticos del tipo de fluoroquinolone y ciertos antidepresivos, entre otros.
Síndrome de abstinencia: tanto de sustancias legales como ilegales (drogas, alcohol, medicamentos con o sin prescripción).
Disparadores farmacológicos: causadas por ciertas sustancias químicas, tanto estimulantes como depresores (incluyendo la cafeína, anfetaminas y el alcohol entre tantos otros).
Cualquiera de estos factores puede ser suficiente para producir un ataque de pánico en alguien que hasta ese momento ha vivido libre de ellos. En algunos casos el ataque puede ser un evento único, sin ser jamás repetido, pero en otros casos pueden llegar más ataques.
Los sutiles misterios de la mente humana aún no han sido entendidos en su totalidad, particularmente cuando se trata de explicar cómo funciona el subconsciente.
Otros factores pueden exacerbar la relación de los trastornos de pánico y las circunstancias de nuestra vida diaria tanto aquella que elegimos como las que nos son impuestas. El estrés de la existencia moderna, ya sean relacionadas a las finanzas, el trabajo, las relaciones, la salud, las carencias y ausencias o cualquier otra cosa, pueden tener un enorme impacto en cualquiera de nosotros, y todos deberíamos hacer lo posible para reducir las exigencias físicas y emocionales a las que nos exponemos. Esto es especialmente importante si sufres de un trastorno de pánico, ya que los altos niveles de estrés y ansiedad dificultan mucho el tener bajo control a los ataques de pánico o a tener el temor de sufrir uno.
El miedo es una alerta con la que contamos para mantenernos a salvo. Es el encargado de identificar aquellos objetos, personas, situaciones o todo aquello que represente una amenaza a nuestra seguridad e integridad, y su presencia en nuestra vida es fundamental para evitar exponernos a peligros innecesarios. Sin embargo, cuando el miedo se presenta en formas y rutinas que están más allá de los límites normales, puede representarnos un verdadero obstáculo para nuestro desarrollo social normal, transformándose en fobias.
Las ansiedades o el temor previo a conocer nuevas personas, o a reencontrarse con amigos o conocidos, incluso a la angustia que produce en la persona el mantener una conversación o un contacto visual directo con otra, han sido categorizadas dentro de un tipo de fobia particular, denominado fobia social.
La fobia social general, caracterizada por el temor a llamar la atención y la constante preocupación por ser observado. Quien lo sufre, evita la interacción social, incluso se abstiene de comer o beber en público, de mantener un diálogo, de concurrir a espacios públicos como clubes, playas, bares y demás. A nivel laboral, la fobia social general es una de las principales causas de la permanencia en el puesto de trabajo actual, sin gozar de aumentos de sueldo o avances en la posición, por el miedo que le provoca a esta persona la confrontación con jefes y colegas. Dentro de este grupo se halla la agorafobia, un tipo de fobia social muy habitual en la actualidad.
Por tratarse de un trastorno de pánico, el sujeto con fobia social sufre de iguales síntomas que en otras crisis de ansiedad, aunque algunos han de destacarse sobre los demás, tales como el enrojecimiento del rostro, el tartamudeo y la hiperventilación, que son los principales, y que a menudo son considerados como inocentes signos de timidez.
Otros síntomas comunes en las fobias sociales son la sequedad en la boca, la excesiva sudoración, palpitaciones y taquicardias, e incluso se hace evidente el deseo de orinar o defecar.
Los desencadenantes o disparadores varían de persona a persona, tal y como en cualquier otro tipo de fobias y trastornos de pánico y ansiedad, pudiendo en ocasiones particulares ser identificados o individualizados, aunque en muchas ocasiones este no sea el caso.
Lo que para algunos es timidez, para otros es una verdadera crisis, incluso entre quienes sufren de fobia social, hay situaciones a las que algunos pueden someterse mientras que otros se atemorizan sin enfrentarla situación. De cualquier modo, estas situaciones y sensaciones son manejables, y tan sólo se debe aprender cómo hacerlo.
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