viernes, 26 de febrero de 2010

Conflicto y vida cotidiana


El conflicto es parte consustancial a la vida cotidiana, inevitable a la vez que importante para encontrarle solución productiva a los problemas que enfrentamos a diario. Su impacto en la salud y el bienestar de las personas resulta decisivo, pero más trascendente aún, es la forma en que se manejen. El aprendizaje de habilidades sociales para conducirlos deviene entonces, en tema mucho más importante que la presencia e intensidad del conflicto en sí mismo.

El conflicto es algo insoslayable en la vida cotidiana de las personas y matiza todos los aspectos de la vida social, altamente compleja y competitiva: El conflicto laboral derivado de la incompetencia, la envidia o la desidia está presente en cualquier centro de trabajo; el conflicto con el o la cónyuge por celos o por inadecuada distribución de tareas en el hogar está presente en el aparentemente más estable matrimonio; el conflicto generacional agudizado o atenuado por la contradicción dependencia, independencia entre padres e hijos está presente en la más ajustada de las familia; incluso a lo interior de las personas, en el plano intrapsíquico el conflicto deviene cotidiano tanto por simplezas como por importantes escollos existenciales.

Los efectos de los conflictos pueden resultar sumamente nocivos para la salud y el bienestar de las personas tanto en el plano psicológico como en el de la salud y las relaciones interpersonales. Los conflictos mantenidos y no resueltos generan ansiedad, depresión, incertidumbre, crisis existenciales en el plano de la subjetividad; pero también generan dificultades en las relaciones interpersonales con daño en los vínculos afectivos con personas significativas; y también el organismo se cobra su propia cuenta con insomnio, problemas gástricos, cardiovasculares, etc.

Mientras que algunos conflictos son simplemente molestias menores que aceptamos como un componente natural de nuestra existencia, otros evitan que nuestras relaciones se realicen en todo su potencial y algunos llegan a ser tan severos que causan irreparables daños a individuos, familias, medios laborales y comunidades enteras.

Lo dicho hasta aquí hace pensar en el conflicto como en algo dañino, conducente al caos, que rompe la lógica de la vida cotidiana y que por ende debe ser eliminado o llevado a su mínima expresión para que prevalezca el orden. Pensar así, sin embargo, puede ser contraproducente por cuanto obvia que lo que distingue a cada ser humano es su individualidad e irrepetibilidad, lo que inevitablemente conduce a diferencias con los demás, y en las diferencias está el origen del conflicto, sobre todo cuando estas son exacerbadas hasta niveles no tolerables, pero no menos cuando son ignoradas o minimizadas ya sea para evadir la situación o evitar que alguien salga lastimado.

Las diferencias son, sin embargo, deseables para el desarrollo y crecimiento humano, aún cuando en algún momento conduzcan a antagonismos inevitables. Es por ello que el conflicto deviene tan sustancial para el funcionamiento de las personas. Es decir, el conflicto no tiene necesariamente por qué ser destructivo, puede ser constructivo y potenciar el crecimiento humano, la salud y el bienestar.

1 comentario:

gallega dijo...

es verdad,hay conflictos que se busca una verdad y sale ,los otros son dañinos,mi madre decia los conflictos envenenan la sangre(los malos)