Si nos definimos como amante de la aventura, porque nos gustan los deportes extremos, la velocidad, y cambiamos continuamente de pareja, es probable que estemos en problemas, que consiste en enmascarar la ansiedad o un vacío interior con una energía fugaz, que a la larga puede traer peligrosas secuelas.
Hay personas a las que les fascina sentirse al límite, porque dicen que las emociones fuertes las hacen estar alerta, y esa sensación les resulta muy atractiva.
Profesionales expertos en estas cuestiones, explican que el concepto de adicción, desde la clínica psiquiátrica esta ligada a la dependencia que generan las sustancias psicoactivas de tipo exógenas, como el alcohol o las drogas.
Entonces, al hablar de adicción a la adrenalina se produce como elemento común la relación que establece entre el adicto y la sustancia, en el sentido de que cada vez necesitará una dosis más alta para sentir los efectos que antes le solía producir.
La diferencia entre vivir intensamente y ser un adicto a la adrenalina, está en que este último no evalúa las consecuencias o efectos que pueden producir sus actos, porque lo fundamental es tener mayor satisfacción, tanto a nivel biológico como psicológico, señala los profesionales.
La persona que padece este cuadro estará en constante búsqueda de nuevos desafíos que le permitan cumplir sus necesidades de peligro, las que pueden tener su explicación en el plano emocional. El especialista explica que muchas veces realizan esas hazañas para suplir alguna carencia afectiva que no han podido resolver.
La adicción a la adrenalina tiene un fundamental correlato psicológico. Este es un terreno complejo, porque hay que entender desde dónde surge esta búsqueda incesante. En ese afán de sentirse vivo, puede haber una fuerte búsqueda, a nivel inconsciente, de autodestruirse, concretada, por ejemplo, al hacer deportes extremos de alto riesgo.
Es importante que quien tenga esta afición revise la causa que lo provoca, para que no enmascare una necesidad con los efectos de la adrenalina: Clínicamente, es fundamental discernir si hay una base con conflictos psicológicos, o si esta búsqueda desenfrenada corresponde a un síntoma de un trastorno del ánimo más amplio. Porque el hecho de que una persona satisfaga su deseo de emoción extrema no proporciona ninguna luz de lo que realmente ocurre internamente.
Por ello, los especialistas aconsejan acudir a psicoterapia, para que la persona pueda mirar y buscar la emoción en otras áreas de la vida. Lo mismo ocurre en el plano emocional, cuando se cae siempre en relaciones tormentosas, o al estar constantemente cambiando de pareja.
En las relaciones amorosas, puede relacionarse la búsqueda de emociones intensas con la fase del enamoramiento inicial, caracterizada por la presencia de un afecto que puede nublar la conciencia, transformando al otro en ideal. Se espera, sin embargo, que este momento desaparezca para comenzar a ver de forma más realista al otro. Pero este paso puede verse truncado en quienes buscan compulsivamente las emociones intensas en los vínculos.
El andar de amor en amor, llega un punto en el que rápidamente se termina la magia del romanticismo que puede ser similar al efecto de la adrenalina, pierde el interés y busca rápidamente otra persona para volver a sentir lo mismo, sin brindarse la posibilidad de que se produzca el verdadero sentimiento.
Lo que nos demuestra es que los riesgos físicos y emocionales pueden ser a la larga muy perjudiciales. En ese afán, las personas nunca se sentirán satisfechas ni plenas, porque nadie puede vivir solventando su vida en lo fugaz. Así es que mejor buscar lo duradero, para poder tomar realmente las riendas de nuestra vida, sin que implique poner en peligro nuestra existencia.
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