Viven con angustia, intranquilidad, desasosiego y no pueden poner fin a los malos tratos. Sufren graves daños físicos y emocionales, el Síndrome de Estocolmo doméstico.
La mujer golpeada experimenta el síndrome de fatiga crónica. El desequilibrio emocional le produce agotamiento e insatisfacción, ansiedad, disminución de la concentración, falta de memoria y de voluntad, además de debilidad física y mental. Suele desubicarse en el espacio temporal luego de un episodio violento.
La Somnolencia profunda y prolongada está incluida dentro del cuadro de alteraciones psicológicas. Se trata de la necesidad imperiosa de dormir, acompañada por una inactividad y reposo absoluto.
La mujer golpeada busca sus propios defectos de manera constante, con ideas sobre destrucción y sometimiento. Siente deseos de matar y morirse, situación que la sume más en el cansancio. No faltan los episodios de llanto y súplicas, que más tarde desembocan en una actitud depresiva y de autoreproches.
Un cuadro psicológico muy frecuente en una mujer golpeada es el de la vivencia de una catástrofe. Su reacción emocional es el pánico, que la deja paralizada. A pesar de notar que vive en una situación peligrosa e impredecible, no pone en marcha estrategias defensivas. Su estado mental es de confusión e indefensión, como si estuviera en medio de una pesadilla.
La mujer desarrolla un sentimiento básico de desvalimiento y desamparo. Pierde la confianza en su capacidad de comprender lo que le pasa y de encontrar una salida. Le sobreviene una actitud de pasividad, por la percepción de que nada puede hacer para modificar su situación. Está presente también la relación de dependencia respecto al hombre violento, de quien tiene una visión magnificada.
La violencia provoca el síndrome del esclavo: la pareja agresora intercala momentos de abuso con algunos momentos de recompensa o reconciliación. La víctima necesita a su poderoso hombre y establece un fuerte vínculo afectivo con él. Es por eso que se aferra a los pocos momentos de calma y tranquilidad, y cree que él por fin va a cambiar.
En el ciclo de la violencia, la víctima ejerce una resistencia silenciosa. No da señales de rebeldía, se coloca fuera del alcance de la pareja, evita hablarle. Pone atención en que nada le moleste a él para no provocar un estallido de violencia que finalmente no logra evitar.
Síndrome de Estocolmo, es un estado psicológico que experimenta la mujer maltratada similar al aquel que experimenta la victima de un secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, situaciones como los rehenes, miembros de una orden de culto, niños con abuso psicológico, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros de Campos de Concentración, víctimas de incesto.
La Somnolencia profunda y prolongada está incluida dentro del cuadro de alteraciones psicológicas. Se trata de la necesidad imperiosa de dormir, acompañada por una inactividad y reposo absoluto.
La mujer golpeada busca sus propios defectos de manera constante, con ideas sobre destrucción y sometimiento. Siente deseos de matar y morirse, situación que la sume más en el cansancio. No faltan los episodios de llanto y súplicas, que más tarde desembocan en una actitud depresiva y de autoreproches.
Un cuadro psicológico muy frecuente en una mujer golpeada es el de la vivencia de una catástrofe. Su reacción emocional es el pánico, que la deja paralizada. A pesar de notar que vive en una situación peligrosa e impredecible, no pone en marcha estrategias defensivas. Su estado mental es de confusión e indefensión, como si estuviera en medio de una pesadilla.
La mujer desarrolla un sentimiento básico de desvalimiento y desamparo. Pierde la confianza en su capacidad de comprender lo que le pasa y de encontrar una salida. Le sobreviene una actitud de pasividad, por la percepción de que nada puede hacer para modificar su situación. Está presente también la relación de dependencia respecto al hombre violento, de quien tiene una visión magnificada.
La violencia provoca el síndrome del esclavo: la pareja agresora intercala momentos de abuso con algunos momentos de recompensa o reconciliación. La víctima necesita a su poderoso hombre y establece un fuerte vínculo afectivo con él. Es por eso que se aferra a los pocos momentos de calma y tranquilidad, y cree que él por fin va a cambiar.
En el ciclo de la violencia, la víctima ejerce una resistencia silenciosa. No da señales de rebeldía, se coloca fuera del alcance de la pareja, evita hablarle. Pone atención en que nada le moleste a él para no provocar un estallido de violencia que finalmente no logra evitar.
Síndrome de Estocolmo, es un estado psicológico que experimenta la mujer maltratada similar al aquel que experimenta la victima de un secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, situaciones como los rehenes, miembros de una orden de culto, niños con abuso psicológico, prisioneros de guerra, prostitutas, prisioneros de Campos de Concentración, víctimas de incesto.
La secuestrada, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador.
Tanto el rehén o la victima como el autor del delito persiguen la meta de salir ilesos del incidente, por ello cooperan, los rehenes tratan de protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, en donde tratan de cumplir los deseos de los captores.
Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito. Esta misma explicación se ha venido observando en las mujeres severa y crónicamente maltratadas, se encuentran secuestradas y con pocas probabilidades de fuga.
El silencio siempre es un obstáculo y una de las principales trabas que tiene la mujer para acabar con él, es ella misma. Reconocerse como víctima y traicionar al que ha sido su compañero, asumir el juicio social, sentirse responsable de las agresiones, la falta de perspectivas personales y económicas son factores psicológicos y sociales que perpetúan la lacra de la violencia doméstica.
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