miércoles, 30 de enero de 2013

Autismo



El trastorno autista está incluido dentro de los trastornos generalizados del desarrollo (TGD). El autismo tiene tres características principales:

Alteración cualitativa de la interacción social (falta de contacto ocular, expresión facial, incapacidad para establecer relación con compañeros o familiares)
Alteración cualitativa de la comunicación (retraso o ausencia en la adquisición del lenguaje oral, alteración en la entonación, repetición inmediata o tardía de lo escuchado previamente)
Patrones de comportamiento, actividades e intereses restringidos, repetitivos y estereotipados (unión o juego con juguetes no comunes, coleccionismo rígido, rituales sin meta establecida, resistencia al cambio en el entorno).

Cuatro de cada cinco personas con autismo son hombres aunque las mujeres que se ven afectadas por el trastorno presentan síntomas y retraso mental más grave.
Generalmente, el inicio de los síntomas aparece antes de los 3 años.

El origen del autismo es desconocido. Hasta ahora las investigaciones indican que la causa de aparición de este trastorno podría ser de origen biológico aunque existen diferentes teorías explicativas al respecto. Puesto que los científicos no han encontrado un origen específico del autismo, su evaluación y tratamiento se vuelve más complejo puesto que algunos de los síntomas que se exponen sobre el autismo también pueden aparecer como síntomas en otros trastornos o en niños de desarrollo normal.

Tratamientos psicológicos
Gran parte de los síntomas del autismo son psicológicos por lo que la intervención en ellos desde un enfoque psicopedagógico y conductual es importante para su adaptación a los diferentes ambientes por donde se mueve.

Las investigaciones científicas que han realizado sus estudios con diseño de grupos y de caso único han demostrado la eficacia de las intervenciones globales donde los niños autistas aprenden habilidades a través de paquetes de técnicas basadas en el análisis aplicado de la conducta. Éstas sirven para que los autistas sepan adaptarse a su entorno y además han demostrado que pueden aumentar aproximadamente unos 20 puntos su coeficiente intelectual.

Por otro lado, las intervenciones específicas muestran la eficacia de las técnicas psicológicas cuando se enseñan de manera adecuada e intensiva. Es eficaz, por ejemplo, el uso de reforzadores, los cuales dependen de cada niño y de la aceptación de ellos en el entorno habitual. Las diferentes técnicas aplicadas han resultado de gran ayuda, al enseñar conductas básicas como mirar a los ojos o imitar conductas adecuadas, al enseñar lenguaje (repetir palabras, pedir adecuadamente, nombrar objetos, hacer o responder preguntas, usar preposiciones correctamente,) o al enseñar habilidades sociales como iniciar y mantener conversaciones.

Respecto a este último punto, está demostrado que la mayoría de los niños autistas no realizan interacciones sociales ya que no poseen la habilidad para formular preguntas y, por lo tanto, se les debe enseñar a realizarlas de manera explícita. Varios estudios realizados recientemente con técnicas conductuales nos muestran cómo los niños con autismo pueden ser capaces de aprender preguntas, realizarlas de forma independiente y generalizarlas a su ambiente.
A todo esto, independientemente del tipo de intervención, los mejores resultados se han dado cuando los padres colaboran con la intervención para ganar en mantenimiento y generalización de la terapia, pudiendo aprender algunas técnicas de conducta y aplicarlas bajo supervisión del profesional.

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