El Miedo está más relacionado con los
trastornos fóbicos, donde lo que se teme tiene que ver con algún objeto o
situación externa que, si no está presente en la vida de la persona, o
puede ser evitado, no plantea problemas.
En la Angustia, el individuo tiene un temor más
difuso, no está en relación con una situación o experiencia determinadas,
siendo la sensación central la anticipación de una catástrofe futura inminente
relacionada con problemas económicos, de
salud, miedo a morir, a volverse loco, etc.
En cuanto
a la distinción entre Ansiedad y
Angustia, que son expresiones equivalentes, tal vez podríamos decir que la Ansiedad está muy mediatizada por la
aprehensión, la preocupación y la anticipación, y que la Angustia es más física, más drástica y aguda.
La Angustia es una reacción que pertenece a
los seres humanos, que puede ser adaptativa, favorecedora del rendimiento y la
motivación.
La angustia patológica, por otro lado, inhibe el
rendimiento, es desproporcionada con respecto a los acontecimientos con los que
está relacionada o, incluso, aparece como un estado de aprehensión y miedo en
ausencia de circunstancias peligrosas.
Se ha
estimado que un alto porcentaje de la población padece estados de ansiedad,
afectando el doble al sexo femenino. Las razones de estas diferencias entre
sexos aún no están claras.
Por
definición, dos formas de estados de ansiedad
o angustia pueden presentarse: una forma aguda, donde lo característico son
ataques de pánico recurrentes e
inexplicables; una segunda forma, donde el estado de ansiedad es crónico y existe una preocupación excesiva sobre varios
aspectos vitales.
En la ansiedad aguda (Trastorno por Angustia) lo
definitorio son los ataques de pánico,
consistentes en un inmenso sentimiento de aprehensión acompañado de desagradables
y alarmantes sensaciones físicas, que suelen ser las siguientes: palpitaciones, disnea, mareo, ahogo, escalofríos, debilidad, cefalea, dolor de pecho, desmayo, temblor,
sudor, miedo a morir, visión borrosa, diarrea, molestias abdominales.
La ansiedad crónica (Trastorno por Ansiedad Generalizada), supone un estado de tensión
interna, crónico y persistente, donde una variedad de síntomas físicos está
presente: cefalea, sensación de
inestabilidad, visión borrosa, boca seca, sudor sobre todo en manos, pies y
axilas; peso en el estómago, nauseas, palpitaciones, micción frecuente,
hormigueo en las extremidades, dolores musculares, pesadez en piernas o brazos,
fatiga, dificultad para conciliar el sueño, irritabilidad, preocupación y
aprehensión. En este caso, a diferencia de la persona que sufre ataques de pánico, existe una ansiedad
constante y crónica y, aunque puede haber exacerbaciones, nunca con la agudeza
e intensidad de los ataques de pánico.
La vulnerabilidad psicológica para padecer estados de ansiedad
y angustia, la han centrado los psicólogos sobre los estilos de interpretación
del mundo y de sí mismos que tienen estos pacientes, es decir, el estilo de
pensamiento, la manera de contarse las dificultades ambientales y, por tanto,
de reaccionar ante ellas. Los problemas de la vida diaria y el estrés serían factores precipitantes
de respuestas exacerbadas y patológicas.
Desde un
punto de vista psicológico, los
pacientes con Ansiedad Generalizada
suelen estar muy preocupados por la aceptación de los otros, la competencia, la
responsabilidad y el control del ambiente y de sí mismos.
Por otra
parte, los pacientes con Trastorno de
Pánico suelen tener una historia previa de aprehensión y preocupación por
los síntomas físicos, que les conducen a una interpretación catastrófica de las
sensaciones corporales. El miedo al miedo definiría muy bien esta tendencia,
donde emociones y sensaciones de distinta índole y procedencia acabarían siendo
etiquetadas por el paciente como señales de desastre físico “me va dar un infarto“, o mental “me voy a volver loco“, que le
introducen en un estado creciente, rápido y muy agudo de ansiedad que
conformaría el ataque de pánico.
Existe
cierto nivel de controversia en el mundo científico, pero parece que un estado
previo de ansiedad generalizada podría conducir al Trastorno de Pánico, aunque habría otros pacientes que
experimentarían el pánico sin causa identificable y partiendo de un estado
previo de tranquilidad. Lo más frecuente es que el paciente aquejado de un
estado de ansiedad posea variables
personales y excesiva autodemanda, perfeccionamiento y control personal y
ambiental.
Lo que es
una realidad es que este trastorno puede dejar secuelas en el cuerpo, lo que
hace que muchas veces sea necesario tratamiento farmacológico, de ahí que
exista una especialidad de fármacos, los ansiolíticos.
Cambios
en la alimentación, como eliminar el café, la azúcar, la sal, el alcohol, el
tabaco, pueden ser de utilidad.
Posiblemente
lo mas efectivo, y sobre todo, preventivo, es aprender a manejar las emociones,
las sensaciones y los pensamientos.
Es ahí
donde la ayuda de la terapia psicológica
es importante.
La terapia Cognitivo-Conductual se ha mostrado como un método
efectivo en los pacientes con estas dificultades y, en términos generales, se
centra en las relaciones entre la forma de pensar y la angustia, la
identificación de pensamientos de aprensión y catastrofismo, la modificación de
esos pensamientos, ejercicios de enfrentamiento a situaciones evitadas,
estrategias de distracción, técnicas de relajación y modificación del patrón
respiratorio y afrontamiento más competente del las situaciones de estrés.
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