martes, 13 de diciembre de 2011

Perfil del Hombre Violento


En la antigüedad el hombre tuvo que volverse guerrero para proteger sus bienes, la mujer a cambio de ser cuidada cedió su relación de igualdad, dedicándose al ámbito del hogar y los hijos.
En la actualidad la violencia se ha diversificado y ya no sólo sirve para proteger sino para fines que se han distorsionado provocando daños, maltratos, agresión física y verbal hasta llegar a  homicidios.

Partiremos desde la perspectiva psicológica del hombre violento para entender su conducta que surge desde su infancia, en un contexto familiar.

Principalmente ha sido un niño maltratado que sufrió abusos fiscos y/o sexuales en su familia de origen.
Fue testigo del maltrato que su padre dirigía a la madre.
Proviene de una estructura patriarcal rígida, con roles estereotipados.
Recibió exigencias severas de adaptarse al modelo masculino tradicional.
Su familia lo alentó a resolver problemas por medio de la fuerza.
Fue objeto de una crianza con sobre protección con una madre que, asumiendo un papel servil, lo liberó de toda responsabilidad y colaboración en el hogar estimulando su egocentrismo.
Fue rechazado con brutalidad o burlas cada vez que buscó afecto o cercanía física.

Estas son sólo algunas de las características que se han encontrado en la historias de hombres violentos, hasta aquí podríamos pensar en una victima más de una serie de penosos acontecimientos.
Desde el campo psicoanalítico la agresión es una pulsión que puede ser alterada y modificada para funcionalidad y beneficio del hombre y no es sólo un instinto irreprimible sin posibilidades de modificación, hay que resaltar que siempre que se explora un afecto se encuentra un aspecto cognitivo, entendamos entonces que es algo previamente aprendido.
Existen formas y características en estos roles rígidos y formularios para ejercer la violencia.

El juego de poder y deseo de control:
Un marido abusivo aspira a ejercer un poder y control total sobre la esposa, no sólo en lo que hace o deja de hacer.
Tenerla así dominada es una forma de alimentar una precaria seguridad en un hombre que en el fondo se siente inepto y vulnerable.

Baja autoestima
El hombre violento tiene una imagen muy negativa de sí mismo. Se siente como desvalido, miserable y fracasado como persona aunque pueda ser un profesional exitoso. Está siempre a la defensiva, no pudiendo manejar su ansiedad y apurándose a acusar antes de que lo acusen.

Posesivo celoso.
Esta violencia se dirige a buscar la exclusividad queriendo ser el primero y el único en la atención de su pareja. Cuanto más fiel y reservada, más celos le tiene.

Dependencia emocional.
No ha logrado la separación e individuación desde el punto de vista del desarrollo psicológico, en consecuencia se le dificulta los límites entre él y su pareja. Y cada intento de separación es una catástrofe para él.

Aislamiento emocional y monólogo interior.
El hombre violento no tiene contacto auténtico con el mundo, se manejan con códigos repetidos o diplomáticos. No es abierto, se muestra cauteloso, prefiere hablar sobre otros, por lo general de manera acusatoria, que sobre si mismo.

Intuición negativa.
El hombre violento esta muy atento de su esposa, sabiendo sus puntos débiles y sus miedos. Este punto le sirve como astucia ya que va variando sus actitudes según sopla el viento para él, pudiendo desconcertar a propios y extraños provocando confusión.

Represión muda.
Esta es la más terrible de las armas que puede utilizar el hombre violento, complicándose la forma de probar lo que él hizo ya que la agresión la realiza con miradas, voz baja, actitudes que son percibidas y sufridas sólo por su mujer.
Esta situación provoca la confusión en los hijos ya que pueden sospechar de la veracidad de la agresión provocada por el padre.

Estrategias para evitar la realidad.
Se presenta una actitud de hostilidad y brusquedad que genera temor.
Elude la mirada de sufrimiento de su mujer e hijos y no quiere enterarse de las consecuencias de su violencia.
Argumenta y racionaliza para asilarse emocionalmente del deterioro que provoca a la familia, se le observa amargado, fanfarrón o tortuoso.

La violencia familiar no es un problema psicológico. La violencia doméstica es un problema que supera lo psicológico para enmarcarse en la esfera más amplia de lo social. Por ello, los tratamientos psicológicos no deben ofrecerse como solución al problema de la violencia doméstica sino como un componente más de un abordaje que ha de ser multidisciplinar y que debe implicar una respuesta comunitaria coordinada.

3 comentarios:

gallega dijo...

SUFRI ESTO, EN FIN

Unknown dijo...

Me imagino, es muy dificil, pero en la actualidad hay mas contención para la mujer y los niños, antes nadie se enteraba lo que sufria la mujer en su hogar.
Besos amiga te quiero mucho!!!!!

Anónimo dijo...

me encanto muy bueno