skip to main |
skip to sidebar
Las características psicosociales de los individuos que han sobrevivido a una crisis de angina de pecho o a un episodio de infarto. En general, esquematizando un poco, las reacciones de estos pacientes y su forma de afrontar la experiencia sufrida y sus consecuencias pueden ser de cuatro tipos:
• Aceptación realista de lo sucedido y disponibilidad racional a valerse de todos los recursos para recuperar la salud.
• Tendencia a perpetuar el papel de enfermo en un estado permanente de depresión y de ansiedad, con frecuentes conversiones de la ansiedad en una sintomatología física.
• Negación de lo sucedido y restablecimiento de una vida normal como si nada hubiese sucedido.
• Instrumentalización de la enfermedad de corazón para dominar y controlar al entorno, aprovechándose de su disponibilidad.
Resulta fácil comprender que los comportamientos de los distintos tipos de pacientes puedan variar en función de su estado social, de su cultura y de la identidad psíquica anterior a la enfermedad isquémica, con importantes consecuencias sobre el seguimiento de las prescripciones médicas y por consiguiente con muy diversas perspectivas de pronóstico.
Hay que recordar las consecuencias de dos actitudes típicas que se registran inmediatamente después de un infarto: miedo o negación de lo sucedido. El miedo intenso puede provocar una grave alteración del ritmo cardíaco, que puede terminar con la muerte del paciente. La negación o la minimización del ataque pueden inducir un peligroso retraso a la hora de pedir ayuda médica, a veces en perjuicio grave de la propia supervivencia del paciente.
Las respuestas psicológicas al infarto en el proceso de recuperación
Negación de la gravedad; Se asocia a una vuelta precoz al trabajo, exponerse rápidamente a la vida sexual, negando la realidad, de un paciente convaleciente.
Depresión; con el miedo obsesivo a una recaída, el paciente vive temeroso que le volverá a pasar, y a una mayor dificultad para la reinserción laboral.
Ansiedad; Provoca, meses o años después del episodio agudo, un aumento de los problemas familiares, sociales y laborales.
Miedo a las recaídas; Constituye la principal causa de un restablecimiento tardío e insatisfactorio de la actividad sexual. Con frecuencia se asocia a una clara disminución de la libido.
Hay que tener en cuenta; La preocupación por su aspecto físico y puede asumir connotaciones marcadamente hipocondríacas, favoreciendo actitudes regresivas y de renuncia en el paciente y comportamientos hiperprotectores con sus afectos.
En estos pacientes la causa de la depresión es el miedo a una recaída, a tener que reducir la actividad laboral y la sexual y a convertirse en discapacitados.
Muchos pacientes viven la experiencia del infarto como una pérdida importante. No sólo pérdida de salud, sino pérdida de ilusiones, de esperanzas; es como si la vida se hubiese acabado. Pero lo cierto es que las pérdidas como es el caso de la enfermedad forman parte del propio hecho de vivir. Y el cómo se vivan estas pérdidas va a depender de los recursos psicológicos que cada persona tenga. Lo que para una persona puede ser un reto, un desafío, para otra persona puede ser un precipicio, un obstáculo insalvable.
Pero no es lo mismo aceptar que resignarse. No es lo mismo aceptar que uno ha sufrido un infarto de miocardio y que ese hecho va a conllevar una serie de cambios en su vida, que resignarse a él. Es importante aprender a aceptar aquello que no depende de uno mismo, aquello que no se puede controlar, que no podemos evitar.
El maltrato psicológico o abuso emocional, es difícil de apreciar, de percibirse, ya que a diferencia del físico no deja huellas visibles. La violencia psicológica puede llegar a ser tan sutil que ni quien la padece logra darse cuenta del círculo violento en el que está. Las marcas no se ven, sin embargo, las consecuencias de la violencia psicológica son tan perjudiciales como las de cualquier otro tipo de violencia.
Manifestaciones de la violencia psicológica
Intimidación, mediante palabras, miradas, amenazas, etc.
Control sobre todas las decisiones, incluso las que refieren directamente a la mujer.
Desvalorización, descalificación permanente.
El control es el común denominador de todas las manifestaciones de violencia psicológica. Control de las salidas, del dinero, de las amistades.
Es frecuente que el agresor se muestre indiferente y no demuestre su afecto hacia la mujer.
Las consecuencias de la violencia psicológica
Habitualmente la violencia psicológica termina por convertirse en algo natural. Es decir, la mujer se empieza a acostumbrar a ella, a no ser valorada, a que no se tengan en cuenta sus opiniones, a ser humillada permanentemente y delante de todo el mundo. Y lo que resulta peor aún, termina por convencerse de que realmente no sirve, no vale nada, que es poca cosa y que se merece todas las descalificaciones de su pareja.
Además, el agresor que es sumamente hábil y manipulador, se demuestra muy simpático y cordial fuera del hogar y frente a los demás y se comporta de manera violenta sólo en la casa con su pareja. Esto hace que la mujer se sienta desconcertada y termine por creer que ella es la culpable de que él la maltrate o que esos maltratos son producto de su imaginación.
Es muy frecuente que el hombre violento intente confundir a la mujer maltratada, diciéndole que ella confunde las cosas, que tienen una percepción equivocada de la realidad. Este tipo de violencia psicológica o simbólica, tiene efectos tóxicos, sociales y psicológicos en la mujer:
Dificultades laborales, ausentismo, aislamiento
Aislamiento social
Intentos de suicidio
Crisis de angustia, depresión
Trastornos del sueño y/o de la alimentación
Enfermedades psicosomáticas Abuso de drogas o alcohol
Enfermedades gastrointestinales.
La violencia psicológica o abuso emocional contra la mujer, no la afecta solamente a ella, sino a todo el entorno sobre todo los hijos, padres de la victima, a sus amistades, de alguna manera todos son victimas de este tipo de violencia.
Es fundamental que la mujer víctima de violencia psicológica tome conciencia de que están siendo vulnerados sus derechos, que no hay por qué soportar agresiones y malos tratos de la pareja y que nadie se merece ser agredido, maltratado ni desvalorizado.
Si bien puede resultar sumamente difícil salir de un circulo vicioso como puede llegar a ser el de la violencia psicológica, ya que es muy sutil, se esconde, se enmascara, se camufla y disimulada en el halo de un hombre súper protector, celoso, pero también autoritario y manipulador de su poder, económico o emocional, es básico que a la primera señal de lucidez de la mujer o de su entorno, solicitar ayuda. Existen profesionales, instituciones y lugares en los que se brinda apoyo y asesoramiento a la mujer víctima de violencia doméstica.
La ansiedad es uno de los trastornos más frecuentes en la sociedad actual en la que vivimos. Muchas personas sufren ansiedad o estrés sin conocimiento alguno de cuáles son sus síntomas ni de cuáles pueden ser sus consecuencias. Sin embargo, se estima que al menos dos de cada diez personas padecen ansiedad al menos una vez en su vida. Sabemos que la ansiedad puede estar relacionada con el estrés, el pánico, producir trastornos de la alimentación o desembocar en depresión; afecta en mayor medida a las mujeres y asimismo se puede dar en los niños.
El miedo es definido clínicamente como una perturbación angustiosa del ánimo debido a un riesgo o mal que amenaza realmente o que se representa en la imaginación. El miedo es una situación emotiva primaria y fundamental, que está presente en el hombre desde los primeros días de su vida, ausencia de la madre, oscuridad, al oír un ruido fuerte, en la pérdida de un apoyo físico o afectivo, etc.
La ansiedad y el miedo son maneras normales que tenemos para responder hacia peligros percibidos o imaginados. La ansiedad usualmente empieza con un peligro no muy bien definido, mientras que el miedo usualmente empieza cuando hay una situación que está muy bien definida, como un auto que se nos viene encima. Esta relación entre la ansiedad y el miedo se puede graficar de esta manera:
Ansiedad => peligro no muy bien definido
Miedo => peligro muy bien definido
La ansiedad y el miedo causan síntomas mentales incómodos, como el sentirse indefensos, la confusión, la aprehensión, la preocupación y los pensamientos negativos repetitivos.
La ansiedad varía desde la leve aprensión de quien prueba la temperatura del agua antes de nadar, hasta el pánico total en el caos, de la persona totalmente incapaz de controlar sus funciones corporales. Entre estos dos extremos se encuentran los sentimientos de temor, miedo, irritabilidad, agitación, preocupación, impotencia, inseguridad, tensión, nervios, terror, pánico.
La pérdida de la estima también provoca ansiedad. Puede manifestarse como temor al fracaso, temor a ser descubierto como un individuo sin valor alguno o temor al ridículo.
La angustia es definida como aflicción o congoja. Puede significar una situación psicológica conflictiva a causa de la cual el sujeto vive continuamente en una situación de ansia, debatiéndose entre el deseo y la aversión.
Puede decirse que la angustia es el tono emotivo con el que el hombre vive una cierta situación con respecto al mundo, significado que la psicología moderna toma de la filosofía. Freud fue un gran estudioso de la angustia y la definió alternativamente como reacción del Yo ante el peligro o situación de impotencia.
Las más recientes teorías sobre la angustia la definen como imposibilidad de ponerse en relación con el mundo. La angustia no guarda relación con su objeto o causa. Esta es normalmente pequeña y hasta insignificante, mientras que el tono emotivo angustioso puede ser enorme. Generalmente la angustia está vinculada a trastornos físicos, siendo causa o efecto, esto es difícil de determinar, de enfermedades psicosomáticas donde lo físico y lo psíquico se interfieren mutuamente.
Se están realizando investigaciones sobre las causas y el diagnóstico, la prevención y el tratamiento de la angustia. En estos casos, se evalúa el papel de los factores genéticos y ambientales, la historia natural de la enfermedad y la comorbilidad entre los trastornos de ansiedad y otros trastornos psiquiátricos como la depresión.
Pocas personas reconocen tener un trauma porque creen que solo se produce luego de atravesar por una situación de violencia. Pero la gama de traumas es más amplia.
El trauma siempre ha existido, todos de una u otra manera hemos tenido experiencias traumáticas, desafortunadamente no siempre hay conciencia del gran impacto y las consecuencias que este tiene en las personas, la familias y la sociedades. En muchos casos de la depresión, ansiedad y síntomas psicosomáticos hay un trauma no resuelto.
El trauma afecta a las sociedades de diferentes maneras, por ejemplo cuando ocurre un desastre natural la comunidad se une, las personas se ayudan y apoyan entre si, contrariamente cuando hay guerras, violencia, la comunidad tiende a dividirse por que la atención va a buscar el culpable y a juzgarlo. La raíz de la violencia y la guerra, puede ser atribuida en gran parte a experiencias traumáticas que hemos tenido y al gran estrés en que vivimos.
Cuando nos enfrentamos a lo que percibimos como ineludible o como una amenaza abrumadora para nuestra vida, instintivamente nos preparamos para luchar o huir, si por alguna razón, no podemos ejecutar ninguna de estas respuestas por que ponemos en peligro nuestra vida, el cerebro, pasa por alto nuestros impulsos e instintos, llevándonos a la inmovilización, paralización, es esta la que produce los síntomas.
Los síntomas vienen, ya que el cuerpo al no poder llevar a cabo su respuesta instintiva de luchar o escapar a lo que percibe como amenazante e ineludible, deja paralizado el cuerpo, la energía y sustancias químicas que genera, esto es lo que produce el trauma y lo que generara una serie de síntomas.
Las causas del trauma son muy amplias, incluyen desde traumas de gestación o nacimiento hasta desastres naturales, terremotos, incendios, pasando por ataques o actos de violencia, secuestros, asaltos, homicidios, maltratos psico-emocionales, físicos, sexuales, accidentes, caídas, enfermedades graves o crónicas, pérdida súbita de una persona amada, cirugías y otros procedimientos médicos u odontológicos agresivos y necesarios, también niveles elevados de estrés durante periodos prolongados.
Igualmente puede haber trauma en personas que están expuestas a continuas presiones ambientales, sociales o económicas como inmigrantes, refugiados políticos o quienes han tenido pérdidas o quiebras económicas entre otras.
Los efectos del trauma, son tan fuertes que afectan al cuerpo de diferentes maneras:
Físicamente: Sensaciones de dolor persistente en el cuerpo, fatiga crónica, dolor en el pecho o espalda, tensión muscular, fibromialgia, migrañas, nauseas, gastritis, ulcera, hiperexcitación, hipervigilancia, intrusión de imágenes del trauma, pesadillas, repuestas de sobresalto exageradas, ataques de pánico, hipersensibilidad al sonido, olor y tacto.
Emocionalmente: Cambios de temperamentos bruscos, capacidad reducida de manejar estrés, dificultad de relacionarse, aislamiento, llanto frecuente, reacciones emocionales exageradas que no puede controlar. Dificultad para controlar el temor o terror aun después del evento. Sentimientos de desesperanza, impotencia, desesperación, depresión, perdida del interés por la familia trabajo y otras cosas que antes le causaban placer.
Mentalmente: Paranoia, pensamientos obsesivos y compulsivos, confusión, dificultad de concentración, poca tolerancia a las diferencias.
Hay personas que les afectan más que a otras un trauma, esto es por la duración y severidad del evento traumático, existencia de traumas anteriores y de la ayuda, apoyo emocional, social que tuvo la persona después del trauma.
La persona que experimenta estos u otros síntomas, que los demás poco entienden, puede pensar que está loca. No está loca, existe una explicación para todo lo que le está ocurriendo. Con el trauma la mente se altera significativamente y esta es parte de la razón por la que se siente así.
Pero la persona no ha sufrido daños irreversibles en su mente y le es posible disminuir e incluso eliminar los síntomas.
Si les han dicho, luego de haber sufrido un trauma, que estos duran toda la vida o que va tener que tomar tal o cual medicina para siempre, que los síntomas que presenta son psicológicos o que tiene que darle tiempo al tiempo o que todo lo que siente solo proviene de su imaginación o que lo suyo es solo cuestión de fuerza de voluntad, que hay que aprender a olvidar, que los síntomas solo se pueden disminuir, que tiene que aprender a vivir con ellos y que los traumas no se pueden curar, NO ES CIERTO.
Los sueños son un milagro nocturno que abre nuestra visión a un universo poblado de personajes, lugares y criaturas que parecen sólidos, independientes y reales. Además, durante el sueño nuestra propia persona parece dotada de un cuerpo sólido y real que parece ser el origen y el sostén de nuestra existencia, de nuestros placeres y de nuestros dolores, un cuerpo dotado de ojos y oídos que nos proporcionan mensajes sensoriales y cuya muerte supone también nuestra propia muerte.
En suma, este mundo y este cuerpo onírico parecen crearnos y controlarnos, aunque el universo aparentemente objetivo es una creación de nuestra propia mente, un producto transitorio y subjetivo que se halla, en última instancia, sometido a nuestro control.
A veces, cuando despertamos pensamos que lo que acaba de ocurrir es irreal y decimos: No era más que un sueño. Pero de este modo incurrimos en el error que la filosofía hindú denomina subrogar de menospreciar el estado de sueño; es decir, concederle, desde el estado de vigilia, menor validez ontológica. No obstante, sea cual fuere la conclusión a la que arribemos cuando estamos despiertos, noche tras noche, una y otra vez, seguimos soñando y creyendo sin lugar a dudas en la realidad de nuestros sueños, y es por ello que luchamos y huimos, reímos y lloramos, maldecimos y disfrutamos.
Es posible que la mayoría de nosotros hayamos tenido, en alguna ocasión, la experiencia de darnos cuenta repentinamente de que no es más que un sueño mientras estábamos inmersos en una dramática aventura o bajo una pesadilla onírica. En ese momento nos tornamos lúcidos; estamos soñando y, al mismo tiempo, nos damos cuenta de que estamos soñando, y ese darnos cuenta puede proporcionarnos una sensación de alivio, placer, asombro y libertad.
Entonces somos libres para enfrentarnos a nuestros monstruos, para satisfacer nuestros deseos o para tratar de descubrir nuestras aspiraciones más elevadas sabiendo que no somos las víctimas sino los creadores de nuestra propia experiencia. Como dijo Nietzsche: “Quizás exista alguien que, al igual que yo, recuerde haber proclamado victoriosamente en medio de los terrores y los peligros de un sueño: Esto es solamente un sueño y quiero seguir soñándolo".
Los sueños nos enseñan que tenemos la posibilidad de construir el mundo tal y como lo deseamos y que es este deseo, en definitiva, el que nos lleva a creer sin ningún lugar a dudas en la realidad de lo que vemos. Sin embargo, en el interior de nuestra mente existe un mundo que también parece ser externo... Creemos despertar y que, con este despertar, el sueño se desvanece, pero somos incapaces de reconocer que lo que dio origen al sueño permanece presente, que nuestro deseo de construir un mundo diferente al mundo real persiste. Por consiguiente, lo que vemos al despertar no es sino otra forma del mismo mundo que contemplamos en los sueños. Estamos soñando de continuo. Lo único que ocurre es que los sueños vigílicos y los sueños oníricos nos parecen diferentes. Eso es todo.
Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él.
Paulo Coelho
Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.
Antonio Machado
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca
Buscar un lugar tranquilo y sin distracciones y ponerse en una posición cómoda, evitar dormirse.
Para cada sesión de autohipnosis, decidir un objetivo y expresarlo en una frase positiva. Por ejemplo, voy tomar con calma todas la tareas que tengo que realizar y voy a lograrlo, en vez de una ves mas postergare las tareas. Expresar lo que queremos hacer o ser, no lo que queremos dejar de hacer o ser.
Comenzar a respirar profundamente, expandiendo el abdomen al inhalar. Imaginar que nos relajamos y expulsamos, con la respiración, todo el estrés que sentimos. Sentir que el oxígeno llega a todas las células de nuestro cuerpo y atravesar los miembros hasta los dedos.
Imaginar una escena que resulte relajante, como estar en una playa tranquila y adentrarse todo lo que puedas en ella. Imaginar que bajamos una escalera, si no te gusta la escalera sustituirla por alguna otra cosa, como un camino que desciende, que vamos bajando cada vez más, cada vez más profundo.
Cuando logramos estar totalmente relajado/a, empezar a repetir la frase que elegimos al principio de la sesión. Podemos visualizar las palabras en nuestra mente o ver el resultado final; por ejemplo, verte a vos mismo/a realizando nuestros compromisos a tiempo y sintiéndonos bien por ello.
Si al principio no lo podemos lograr, sigue intentándolo, la autohipnosis actúa de un modo sutil, notando resultados aunque pareciera en un principio que no sucede nada. Si te resulta difícil relajarte, podemos grabar nuestra propia voz y utilizarla como ayuda, también podemos utilizar música que sea de nuestro agrado.
La tercera edad suele describirse como una época de descanso, reflexión y oportunidades para hacer las cosas que quedaron postergadas mientras se criaba a los hijos y desarrollaba su carrera.
Lamentablemente, el proceso de envejecimiento no es siempre tan idílico. Acontecimientos de la tercera edad como, por ejemplo, los trastornos médicos crónicos y debilitantes, la pérdida de amigos y seres queridos, y la incapacidad para participar en actividades que antes disfrutaba, pueden resultar una carga muy pesada para el bienestar emocional de una persona que está envejeciendo.
Una persona de edad avanzada también puede sentir una pérdida de control sobre su vida debido a problemas con la vista, pérdida de la audición y otros cambios físicos, así como presiones externas como, por ejemplo, recursos financieros limitados. Estos y otros asuntos suelen dejar emociones negativas como la tristeza, ansiedad, soledad y la baja autoestima, que a su vez conducen al aislamiento social y la apatía.
En los ancianos es particularmente fácil confundir una depresión ansiosa con una neurosis de angustia. La angustia que aparece por primera vez en un paciente mayor debe poner al médico sobre aviso respecto a la posible existencia de una depresión.
El diagnóstico de depresión en el paciente anciano requiere la comprensión de cómo la depresión geriátrica difiere de la depresión de una población más joven, y de un diagnóstico diferencial preciso.
Otra consecuencia más grave es la depresión crónica o la depresión que es recurrente y persistente. La depresión crónica tiene consecuencias físicas y mentales que pueden complicar un problema de salud existente de una persona de edad avanzada y desencadenar nuevas preocupaciones.
La mayor parte de los ancianos se presentan al medico con problemas de índole orgánica, trastornos de la memoria y concentración y falta de impulso vital, distrayendo la atención del médico sobre la depresión y dirigiéndola hacia síndromes cerebrales orgánicos y afecciones somáticas.
Aún cuando se sospeche la presencia de una depresión se requieren estudios de laboratorio adecuados y un examen físico minuciosos porque, especialmente en los ancianos, la depresión puede ser una manifestación de otras entidades de origen orgánico.
Es necesario diagnosticar y tratar tales afecciones, la presencia de una patología orgánica concomitante o precipitante no debe detener el diagnóstico y tratamiento de la depresión. La desaparición de la depresión aclara el cuadro de la enfermedad orgánica, permitiendo tratarla con mayor facilidad o, de hecho, convivir mejor con ella.
Independientemente de la causa, la depresión puede tener efectos físicos alarmantes en las personas mayores. El índice de mortalidad de los hombres y mujeres de la tercera edad que tienen depresión y sentimientos de soledad es mayor que el de aquellos que están satisfechos con sus vidas. Los programas de tratamiento para los pacientes de la tercera edad deprimidos que tienen una enfermedad cardiovascular y otras enfermedades importantes, suelen tomar más tiempo de lo normal y su resultado es menos satisfactorio.
Además, los sentimientos de desesperanza y aislamiento, que suelen alentar ideas suicidas, son más frecuentes entre las personas mayores, en especial aquellas con discapacidades o que están confinadas a hogares de ancianos (Geriátricos).
La depresión puede ayudarse aliviando la soledad a través de excursiones en grupo, trabajos voluntarios o recibiendo visitas regulares.
El tratamiento de las afecciones médicas subyacentes o la suspensión de ciertos medicamentos pueden aliviar los síntomas de la depresión.
La terapia con antidepresivos mejora la calidad de vida en pacientes de edad avanzada con problemas de depresión. Estos medicamentos deben ser vigilados cuidadosamente por los efectos secundarios que puedan causar. Los médicos generalmente prescriben dosis más bajas de antidepresivos para las personas mayores e incrementan la dosis en forma más lenta que en los adultos más jóvenes.
La terapia es de gran ayuda en estos casos, un psicólogo no solo aliviara los pesares, la persona deprimida puede hablar y contar sus problemas, sin temor, la familia muchas veces no comprende, el terapeuta si lo comprenderá y lo ayudara a convivir con la vejez y sus trastornos. En los casos de depresión entre moderada y severa, las personas pueden obtener los mejores resultados combinando psicoterapia con medicamentos antidepresivos.