lunes, 3 de agosto de 2009

Los seis rostros del ser humano


Aunque físicamente el hombre sólo tiene una cara, psicológicamente posee diversos rostros, porque una característica esencial del ser humano es su condición “multifacial”. Por eso cuando nos referimos a la comprensión del yo debemos tener presente que esa persona física que somos contiene realmente media docena de personalidades que se revelan en la convivencia diaria.

La personalidad concreta de cada quien se manifiesta en la vida cotidiana como un poliedro de seis lados o caras porque, justamente, son seis los rostros que presenta nuestro yo o personalidad en la vida real.

Expongamos primero estas diversas significaciones de los múltiples “yoes” que encierra nuestra personalidad y después veremos las distintas relaciones que se pueden establecer en la vida entre estos y la importancia que tienen esas correlaciones para la salud mental y para el desarrollo humano.

El yo real
Primero tenemos el yo real o verdadero, que está compuesto por tres partes, como secciones de una pirámide, que son:
Una base biológica, heredada, la porción vegetal y animal que todos tenemos constituida por la dotación genética, los instintos, el temperamento o la predisposición emocional congénita;
Después encontramos la parte social, formada por las normas y valores sociales, las costumbres y características culturales del medio, adquiridos, aprendidos a través del proceso de la socialización y, finalmente la
pirámide de nuestro yo real culmina como el ápice, con la característica esencial del hombre que es el ser creador, las potencialidad de transformación de la realidad creando obras que aporta al acervo cultural de su medio.

Yo aparente
En segundo lugar, tenemos el yo aparente, el de la fachada o máscara social, el que se manifiesta en la vida cotidiana. Es el yo que deseamos que los demás crean que somos, que exhibimos como un actor representa a un personaje y que por supuesto no coincide necesariamente con el yo real.
La distancia entre ese yo aparente y el yo real, el que verdaderamente somos, depende del grado de autenticidad del individuo. Aquellas pocas personas que se comportan de acuerdo a como piensan y sienten y que por lo tanto son auténticas, sinceras, muestran una correspondencia entre su apariencia y su realidad, pero las que muestran discrepancias significativas entre su rostro y la máscara superpuesta, exhiben una vida ficticia, falsa.

El yo que creemos ser
En el fondo de nuestra conciencia tenemos el yo que creemos ser, el concepto y la valoración de sí mismo, que es el conjunto de vivencias, ideas, opiniones, sentimientos, actitudes que tenemos hacia nosotros mismos, que resultan de las ideas y opiniones que los demás se formen de nosotros y, en parte, la imagen que nos forjamos de nuestra propia persona, como resultado de las interacciones con el mundo y con las otras personas. Es el aspecto de la personalidad más accesible para conocerla, cambiarla y mejorarla. La transformación y cambio que se logre en el concepto que el sujeto tiene de sí mismo trasciende a la propia personalidad y se puede producir en ella el mismo cambio favorable. El pensamiento, la imagen que tengamos de nosotros mismos, cuando se vive profunda e intensamente y con persistencia, puede llegar a convertirse en realidad para mejorar o empeorar nuestro yo real. Este es el resultado a que han llegado investigaciones realizadas por la psicología y la psiquiatría actuales.

El yo que se quiere ser o yo ideal
Pero la persona no sólo tiene un concepto de sí misma en el presente, sino también hay el yo que se quiere ser, al que se aspira, o yo ideal, que corresponde a nuestro proyecto de vida, el yo que inventamos como protagonistas de la novela que cada uno imagina para su propia existencia. Ese yo ideal puede ser tomado del “repertorio” de las personas que han existido o existen o personajes de ficción que conoce el individuo y que los convierte en modelo de su vida, o puede ser inventado por el propio sujeto o, lo que suele ocurrir la mayoría de las veces, ser un personaje mixto, tomado parte de su medio y en parte creado por él mismo.

El yo que los demás creen que somos
Además de lo que pensamos de nosotros mismos, están inevitablemente las opiniones de las demás personas sobre nosotros. Son los conceptos que los otros se hacen de nuestro yo, que quizás no coincide ni con lo que el sujeto es realmente, cree ser o quiere ser. Es el yo público, y por supuesto, habrá tantos como personas perciben al sujeto.
Y también, para cerrar el hexaedro de la personalidad, está el séxtuple yo, que corresponde a lo que uno cree que los otros creen que uno es.

Estas seis significaciones del yo autorizarían a decir que, cuando hablan dos personas, en realidad, doce personas intervienen en la conversación. No en vano es tan difícil la comunicación humana.
Estos seis conceptos o facetas de la personalidad están íntimamente relacionados por la obvia razón que se refieren a la misma persona, son aspectos de la misma personalidad. Cuando se producen discrepancias o contradicciones significativas entre estos “yoes”, eso causa un funcionamiento deficiente y trastornos de la personalidad, pero cuando estos “yoes” tienden a integrarse y armonizarse, ello contribuye a un desarrollo sano y normal de la personalidad.

2 comentarios:

Winter dijo...

Vaya, vaya. Con razón muchas veces no tengo idea de cuál de todos mis yo está al mando!
Tremendo cocktail!
Sigo aprendiendo, Tomson.
Gracias.

Anónimo dijo...

Genial!!!!! Besos, Tomson, gracias x darnos tan valiosa info!!! Tota.