Desde el punto de vista de la psicología, el dolor físico continuado, provoca una situación que los psicólogos llaman, Indefensión Aprendida. Este es un concepto que acuñó un psicólogo llamado Selignam. Es decir, ante una situación de daño continuado, incontrolable, que escapa por completo a la voluntad de la persona y que supera sus recursos de afrontamiento, la persona se derrumba, se siente víctima, se siente indefensa y llega a creer que nada de lo que haga servirá para mejorar su situación.
Es un poco la figura del perro apaleado, que se acostumbra a los golpes. Este mecanismo, no ocurre solo para el dolor, puede producirse por situaciones tan enfermizas como un acoso moral, en el trabajo, en la escuela, un accidente, pero en este caso con el agravante de que el cuerpo se convierte en el peor enemigo, aquel que llevamos dentro. De esta manera, cambia el “locus de control”, es decir, las personas piensan que no controlan su vida y esto les lleva a rendirse, a dejarse abatir. Naturalmente, es un camino seguro hacia la depresión.
En una situación altamente estresante como es el afrontamiento del dolor, el cuerpo y la mente, se preparan para una lucha larga y dura, y aparece la ansiedad. Cuando el enemigo no se lo puede vencer a largo plazo, el cuerpo y mente se agotan, los recursos se consumen y se pasa a la depresión.
No tiene nada de raro que ansiedad y depresión vayan asociados en muchos casos, a las enfermedades dolorosas. Lo raro sería que una persona que afronta en su vida mucho dolor físico, problemas familiares, incomprensión, problemas en el trabajo, se diagnostique que la base del problema es la depresión, como ocurre en muchos procesos de dolor crónico.
A todo ello, hay que asociarle la incomprensión que generan este tipo de enfermedades. En cierto sentido un cáncer es algo que todo el mundo conoce, que es visible y palpable y la familia no puede ignorarlo ni pensar que el enfermo se lo inventa. Pero el dolor es subjetivo, no es visible para nadie lo que podemos sufrir y el grado no es constante, unas veces es más alto e incapacitante y otras más bajo y se puede hacer vida normal. De modo que es muy fácil echarle la culpa al propio paciente pensando que lo inventa, que exagera, que no aguanta nada, que lo hace para victimizarse etc. Como además el dolor genera mucha frustración y mucha ira que en muchos casos se descarga sobre los familiares próximos, pues así se genera un cuadro de soledad, de aislamiento que no favorece en nada la normalización del proceso.
El enfermo de dolor crónico en general, tiene un concepto de sí mismo muy deteriorado, piensa que ya no es el de antes, ya no valgo para nada, vivir así no vale la pena, y sobre todo no puedo más Y continuamente se pregunta ¿porqué a mi? Es una sensación lógica de injusticia, de buscar causas y culpables que lleva a pensar al enfermo, que merece su enfermedad. El sentimiento de culpa es muy profundo en estos pacientes, culpa por ser una carga, por no poder trabajar, por sentirse hundidos.
El peor enemigo es la resignación, aceptar sí, aceptar la enfermedad, aceptar que no se puede hacer el trabajo que antes se realizaba, aceptar que necesitas la ayuda de los demás, pero nunca resignarse pensando que no puedo hacer nada, porque esto no es cierto, es como un cáncer mental, una venda negra en los ojos. Es verdad que nuestras opciones pueden ser limitadas, el dinero escaso, el apoyo nulo, pero eso no significa que no puedan mejorar, porque seguimos siendo dueños de nosotros mismos. podemos tomar nuestras propias decisiones.
Es un poco la figura del perro apaleado, que se acostumbra a los golpes. Este mecanismo, no ocurre solo para el dolor, puede producirse por situaciones tan enfermizas como un acoso moral, en el trabajo, en la escuela, un accidente, pero en este caso con el agravante de que el cuerpo se convierte en el peor enemigo, aquel que llevamos dentro. De esta manera, cambia el “locus de control”, es decir, las personas piensan que no controlan su vida y esto les lleva a rendirse, a dejarse abatir. Naturalmente, es un camino seguro hacia la depresión.
En una situación altamente estresante como es el afrontamiento del dolor, el cuerpo y la mente, se preparan para una lucha larga y dura, y aparece la ansiedad. Cuando el enemigo no se lo puede vencer a largo plazo, el cuerpo y mente se agotan, los recursos se consumen y se pasa a la depresión.
No tiene nada de raro que ansiedad y depresión vayan asociados en muchos casos, a las enfermedades dolorosas. Lo raro sería que una persona que afronta en su vida mucho dolor físico, problemas familiares, incomprensión, problemas en el trabajo, se diagnostique que la base del problema es la depresión, como ocurre en muchos procesos de dolor crónico.
A todo ello, hay que asociarle la incomprensión que generan este tipo de enfermedades. En cierto sentido un cáncer es algo que todo el mundo conoce, que es visible y palpable y la familia no puede ignorarlo ni pensar que el enfermo se lo inventa. Pero el dolor es subjetivo, no es visible para nadie lo que podemos sufrir y el grado no es constante, unas veces es más alto e incapacitante y otras más bajo y se puede hacer vida normal. De modo que es muy fácil echarle la culpa al propio paciente pensando que lo inventa, que exagera, que no aguanta nada, que lo hace para victimizarse etc. Como además el dolor genera mucha frustración y mucha ira que en muchos casos se descarga sobre los familiares próximos, pues así se genera un cuadro de soledad, de aislamiento que no favorece en nada la normalización del proceso.
El enfermo de dolor crónico en general, tiene un concepto de sí mismo muy deteriorado, piensa que ya no es el de antes, ya no valgo para nada, vivir así no vale la pena, y sobre todo no puedo más Y continuamente se pregunta ¿porqué a mi? Es una sensación lógica de injusticia, de buscar causas y culpables que lleva a pensar al enfermo, que merece su enfermedad. El sentimiento de culpa es muy profundo en estos pacientes, culpa por ser una carga, por no poder trabajar, por sentirse hundidos.
El peor enemigo es la resignación, aceptar sí, aceptar la enfermedad, aceptar que no se puede hacer el trabajo que antes se realizaba, aceptar que necesitas la ayuda de los demás, pero nunca resignarse pensando que no puedo hacer nada, porque esto no es cierto, es como un cáncer mental, una venda negra en los ojos. Es verdad que nuestras opciones pueden ser limitadas, el dinero escaso, el apoyo nulo, pero eso no significa que no puedan mejorar, porque seguimos siendo dueños de nosotros mismos. podemos tomar nuestras propias decisiones.
2 comentarios:
DECIR MARAVILLOSO ES POCO, EXCELENTE POST, MUY CLARO!!!
Hola Gallega!!! Que tengas un buen finde!!!
Publicar un comentario