Este enfoque se diferencia de los más tradicionales en no investigar la historia del problema ni intentar hacer un diagnóstico. Es más, en ocasiones ni siquiera se interesa hablar del problema.
El terapeuta no asume la posición de un experto, ni trata de educar a la familia o a la persona que tiene delante. No trata de corregir supuestos defectos ni de proponer normas de comportamiento.
Desde este planteamiento no se trabaja sólo con pacientes individuales (terapia individual), pero tampoco insiste en tener a toda la familia en la sesión (terapia familiar) se convoca a todos aquellos que pueden ayudar a generar soluciones.
Se rechaza la metáfora de la profundidad, según la cual lo que sucede en un determinado nivel de la existencia se explica, está causado por lo que sucede en niveles más profundos (el inconsciente, las experiencias infantiles, etc.), la tarea no es buscar claves ocultas por debajo de los pacientes, sino simplemente ayudarles a hablar, narrar de tal forma que puedan encontrar vías de solución, alternativas más positivas que la queja.
Otra característica del planteamiento es el rechazo de la idea del normativismo, no se cree en un único patrón de persona sana, ni en un ideal de familia funcional, más bien existe una multitud de diferentes formas de actuar y comportarse, y que ninguna de ellas es a priori superior a ninguna otra.
Por otro lado, desde la TCS se postula que problema y solución son categorías discontinuas. Es decir, dos personas que acuden a terapia con una queja similar (y que por ejemplo podrían ser diagnosticadas por un psiquiatra como depresivas, por ejemplo) pueden generar soluciones muy diferentes al final de la terapia (por ejemplo, una dedicándose más al trabajo y ampliando su círculo de amistades; otra centrándose más en la familia y siendo más selectiva con sus amigos).
Y a la inversa: puede haber soluciones muy similares para casos muy distintos (ej: una familia que acude con un miembro que sufre una enfermedad física crónica puede plantear objetivos y desarrollar líneas de acción muy similares a los que propone una chica con problemas al hablar).
Las implicaciones de este punto de vista radical (y tan contrario a las premisas tradicionales que comparten la inmensa mayoría de las psicoterapias) son claras: no hace falta conocer el problema para solucionarlo.
Por tanto, en TCS no consideramos necesario tener información sobre el problema, ni conocer su frecuencia o su naturaleza, ni tampoco su historia ni su génesis. El terapeuta puede pasar directamente a hablar de las soluciones: identificar qué es lo que quieren conseguir los pacientes.
Otro presupuesto es que los pacientes tienen los recursos necesarios para lograr sus objetivos, aunque por momentos puedan no usarlos o tenerlos olvidados. La terapia se centra activamente en los recursos de ellos mismos, es decir, en aquellas ocasiones en las que no se da el problema (excepciones) o en aquellos aspectos relacionados con un futuro sin el problema.
La tarea del terapeuta es movilizar estos recursos, ayudar a la familia a que se ayude a sí mismo, y hacerlo además en el menor tiempo que sea posible. La forma de movilizar estos recursos es a través de la conversación, que se centra deliberadamente en la superficie de las cosas, sin buscar factores subyacentes o fenómenos ocultos.
La TCS sí comparte con las demás orientaciones de terapia familiar lo que podríamos denominar el punto de vista contextual, es decir, la tendencia a analizar los fenómenos dentro del contexto que en el que se producen. Además, este contexto se entiende sobre todo desde el punto de vista interpersonal, haciendo hincapié en las relaciones circulares que se establecen en el presente entre las conductas de una o varias personas.
Desde una posición constructivita y centrada en soluciones, el uso de etiquetas diagnósticas o la rotulación de ciertos fenómenos sociales como patología (la ludopatía, la adicción al sexo, la adicción a la televisión) no es un ejercicio neutral en el que se nombran ciertos fenómenos que ya existían antes de ser nombrados, sino una forma de crearlos. Y de crearlos, además, como entidades internas, individuales, aisladas de su contexto sociocultural.
Apostar por un enfoque centrado en las soluciones supone también, por consiguiente, proponer una lectura diferente, más democrática e igualitaria, de las relaciones entre los profesionales y las personas a las que atienden.
La terapia centrada en soluciones sigue una línea diferente (aunque complementaria) a la que se mantiene en una terapia convencional. Mientras que en una terapia tradicional se trata, metafóricamente, de reducir el espacio que ocupa el problema, con lo que se crean nuevas alternativas y opciones, la terapia centrada en soluciones intenta directamente aumentar los aspectos no problemáticos, con lo que en definitiva se reduce también el tamaño del problema.
Así, la TCS trabaja en primer término con las soluciones, ayudando a los pacientes a identificar lo que quieren conseguir trabajando para marcar y ampliar aquellas ocasiones en que de hecho lo consiguen y fomentando que los mismos asuman el control y la responsabilidad por los cambios conseguidos.
El terapeuta no asume la posición de un experto, ni trata de educar a la familia o a la persona que tiene delante. No trata de corregir supuestos defectos ni de proponer normas de comportamiento.
Desde este planteamiento no se trabaja sólo con pacientes individuales (terapia individual), pero tampoco insiste en tener a toda la familia en la sesión (terapia familiar) se convoca a todos aquellos que pueden ayudar a generar soluciones.
Se rechaza la metáfora de la profundidad, según la cual lo que sucede en un determinado nivel de la existencia se explica, está causado por lo que sucede en niveles más profundos (el inconsciente, las experiencias infantiles, etc.), la tarea no es buscar claves ocultas por debajo de los pacientes, sino simplemente ayudarles a hablar, narrar de tal forma que puedan encontrar vías de solución, alternativas más positivas que la queja.
Otra característica del planteamiento es el rechazo de la idea del normativismo, no se cree en un único patrón de persona sana, ni en un ideal de familia funcional, más bien existe una multitud de diferentes formas de actuar y comportarse, y que ninguna de ellas es a priori superior a ninguna otra.
Por otro lado, desde la TCS se postula que problema y solución son categorías discontinuas. Es decir, dos personas que acuden a terapia con una queja similar (y que por ejemplo podrían ser diagnosticadas por un psiquiatra como depresivas, por ejemplo) pueden generar soluciones muy diferentes al final de la terapia (por ejemplo, una dedicándose más al trabajo y ampliando su círculo de amistades; otra centrándose más en la familia y siendo más selectiva con sus amigos).
Y a la inversa: puede haber soluciones muy similares para casos muy distintos (ej: una familia que acude con un miembro que sufre una enfermedad física crónica puede plantear objetivos y desarrollar líneas de acción muy similares a los que propone una chica con problemas al hablar).
Las implicaciones de este punto de vista radical (y tan contrario a las premisas tradicionales que comparten la inmensa mayoría de las psicoterapias) son claras: no hace falta conocer el problema para solucionarlo.
Por tanto, en TCS no consideramos necesario tener información sobre el problema, ni conocer su frecuencia o su naturaleza, ni tampoco su historia ni su génesis. El terapeuta puede pasar directamente a hablar de las soluciones: identificar qué es lo que quieren conseguir los pacientes.
Otro presupuesto es que los pacientes tienen los recursos necesarios para lograr sus objetivos, aunque por momentos puedan no usarlos o tenerlos olvidados. La terapia se centra activamente en los recursos de ellos mismos, es decir, en aquellas ocasiones en las que no se da el problema (excepciones) o en aquellos aspectos relacionados con un futuro sin el problema.
La tarea del terapeuta es movilizar estos recursos, ayudar a la familia a que se ayude a sí mismo, y hacerlo además en el menor tiempo que sea posible. La forma de movilizar estos recursos es a través de la conversación, que se centra deliberadamente en la superficie de las cosas, sin buscar factores subyacentes o fenómenos ocultos.
La TCS sí comparte con las demás orientaciones de terapia familiar lo que podríamos denominar el punto de vista contextual, es decir, la tendencia a analizar los fenómenos dentro del contexto que en el que se producen. Además, este contexto se entiende sobre todo desde el punto de vista interpersonal, haciendo hincapié en las relaciones circulares que se establecen en el presente entre las conductas de una o varias personas.
Desde una posición constructivita y centrada en soluciones, el uso de etiquetas diagnósticas o la rotulación de ciertos fenómenos sociales como patología (la ludopatía, la adicción al sexo, la adicción a la televisión) no es un ejercicio neutral en el que se nombran ciertos fenómenos que ya existían antes de ser nombrados, sino una forma de crearlos. Y de crearlos, además, como entidades internas, individuales, aisladas de su contexto sociocultural.
Apostar por un enfoque centrado en las soluciones supone también, por consiguiente, proponer una lectura diferente, más democrática e igualitaria, de las relaciones entre los profesionales y las personas a las que atienden.
La terapia centrada en soluciones sigue una línea diferente (aunque complementaria) a la que se mantiene en una terapia convencional. Mientras que en una terapia tradicional se trata, metafóricamente, de reducir el espacio que ocupa el problema, con lo que se crean nuevas alternativas y opciones, la terapia centrada en soluciones intenta directamente aumentar los aspectos no problemáticos, con lo que en definitiva se reduce también el tamaño del problema.
Así, la TCS trabaja en primer término con las soluciones, ayudando a los pacientes a identificar lo que quieren conseguir trabajando para marcar y ampliar aquellas ocasiones en que de hecho lo consiguen y fomentando que los mismos asuman el control y la responsabilidad por los cambios conseguidos.
Sin embargo, si esta línea de trabajo no genera avances suficientes, la terapeuta puede abordar la situación desde el planteamiento complementario, intentando reducir la conducta problema, y retomando la línea de las soluciones cuando aparecen los cambios.
5 comentarios:
BUENOS DIAS TOMSON AMIGA QUERIDA,COMO SIEMPRE BELLISIMO EL POST!!!!!!!!!!!
Hola gallega !!! gracias por estar!!!
Hola Tomson!!!! Ahora mi psico está usando conmigo una técnica llamada EMDR, la conocés??? Besos, genial tu Blog!!!! Tota.
HOLA
DI CON SU PAGINA
REALMENTE INTERESANTE,EL TRABAJAR CON PERSNAS DEPRESIVA ES UN TANTO COMPLICAD,PERO BUSCANDO SOLUCIONES TODO MEJORA...
ESTE ARTICULO ME FASCINO.
SOY PSICOLOGA
ATTE. JANETH AGUNDEZ
SOY JANETH
EL ABRAZO MARIPOSA..
ES UNA TECNICA MUY BUENA..ESTARIA INTERESANTE QUE SI USTED CONOCE ACERCA DE ESTE TEMA... NOS PROPORCIONE INFORMACION
GRACIAS
ATTE. JANETH AGUNDEZ
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