La adolescencia es una etapa del desarrollo penosa de atravesar indemne, en sociedades grandes y complejas.
Es la edad en que sobreviene una transformación física que modifica el cuerpo en forma abrupta y no armónica; con cambios hormonales que generan tensiones, que dificultan la adaptación y generan conflictos emocionales.
La presencia de jóvenes del sexo opuesto, que hasta muy poco resultaban indiferentes y hasta grotescos, produce una sensación nueva y muy difícil de manejar que monopoliza todos los sentidos y no permite prestar atención a ninguna otra cosa.
El espejo comienza a ser el mayor enemigo porque refleja un esquema corporal que generalmente no se acepta porque se anhela otro, que se ha idealizado.
La no aceptación del propio cuerpo impide o posterga el proceso de la búsqueda de la identidad y del si mismo, que en algunos casos no se logra nunca.
Sin el reconocimiento de una identidad propia única e irrepetible una persona no puede desarrollarse, crecer ni madurar.
La atracción física no es suficiente para enamorarse. El enamoramiento abarca a la persona total, cómo es, cómo habla, cómo camina, qué dice, su nivel de seguridad y confianza en si misma, su capacidad de escuchar, de entender y de aceptarse tal cual es, sin miedo a no agradar a los demás.
En realidad las personas se enamoran de quienes les gustaría ser, a veces hasta de sus amigas o amigos del mismo sexo.
En este sentido no afecta la sexualidad normal porque se trata de un amor platónico, que la gran mayoría de las veces no se concreta sexualmente.
Es que para los adolescentes el amor romántico y la atracción sexual están disociados y unir estas dos instancias exige una maduración que muchas veces no se logra y es una causa de infidelidad en los matrimonios.
Esta brecha se profundiza cuando se habitúan a tener relaciones sexuales con parejas ocasionales, y por otro lado un novio o una novia para casarse.
El primer amor suele ser maravilloso y devastador. El sufrimiento y el placer que provoca atormentan y obnubilan, dejando escaso margen para hacer otra cosa.
Se pierde la noción del tiempo y la percepción se distorsiona porque sólo vemos lo que queremos ver, a una persona idealizada que en realidad no existe.
La fuerza de esta emoción nos deja expuestos, vulnerables y a merced de alguien casi desconocido, sin la capacidad para mantenerse entero.
Sin embargo, todos tenemos la capacidad de sobreponernos al primer amor, que marcará una etapa de nuestra vida que jamás se repetirá y que aunque deje una huella dulce y amarga a la vez, nos servirá para aprender a no disociar y poder amar humanamente a una persona total.
Es la edad en que sobreviene una transformación física que modifica el cuerpo en forma abrupta y no armónica; con cambios hormonales que generan tensiones, que dificultan la adaptación y generan conflictos emocionales.
La presencia de jóvenes del sexo opuesto, que hasta muy poco resultaban indiferentes y hasta grotescos, produce una sensación nueva y muy difícil de manejar que monopoliza todos los sentidos y no permite prestar atención a ninguna otra cosa.
El espejo comienza a ser el mayor enemigo porque refleja un esquema corporal que generalmente no se acepta porque se anhela otro, que se ha idealizado.
La no aceptación del propio cuerpo impide o posterga el proceso de la búsqueda de la identidad y del si mismo, que en algunos casos no se logra nunca.
Sin el reconocimiento de una identidad propia única e irrepetible una persona no puede desarrollarse, crecer ni madurar.
La atracción física no es suficiente para enamorarse. El enamoramiento abarca a la persona total, cómo es, cómo habla, cómo camina, qué dice, su nivel de seguridad y confianza en si misma, su capacidad de escuchar, de entender y de aceptarse tal cual es, sin miedo a no agradar a los demás.
En realidad las personas se enamoran de quienes les gustaría ser, a veces hasta de sus amigas o amigos del mismo sexo.
En este sentido no afecta la sexualidad normal porque se trata de un amor platónico, que la gran mayoría de las veces no se concreta sexualmente.
Es que para los adolescentes el amor romántico y la atracción sexual están disociados y unir estas dos instancias exige una maduración que muchas veces no se logra y es una causa de infidelidad en los matrimonios.
Esta brecha se profundiza cuando se habitúan a tener relaciones sexuales con parejas ocasionales, y por otro lado un novio o una novia para casarse.
El primer amor suele ser maravilloso y devastador. El sufrimiento y el placer que provoca atormentan y obnubilan, dejando escaso margen para hacer otra cosa.
Se pierde la noción del tiempo y la percepción se distorsiona porque sólo vemos lo que queremos ver, a una persona idealizada que en realidad no existe.
La fuerza de esta emoción nos deja expuestos, vulnerables y a merced de alguien casi desconocido, sin la capacidad para mantenerse entero.
Sin embargo, todos tenemos la capacidad de sobreponernos al primer amor, que marcará una etapa de nuestra vida que jamás se repetirá y que aunque deje una huella dulce y amarga a la vez, nos servirá para aprender a no disociar y poder amar humanamente a una persona total.
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